12/13/2020

Impostores

La alarma resonó por toda la nave, tiñendo las luces fluorescentes de un tenebroso color sangriento. Un escalofrío me recorrió la espalda y salí corriendo en dirección a la cafetería, dejando todas mis herramientas atrás. ¿Qué requería tanta urgencia? ¿Algún fallo en el sistema de oxígeno, una comunicación poco halagüeña? En ese momento un único recuerdo palpitaba en mi memoria, la leyenda de un monstruo que se esconde entre los huecos de la nave y... 

«Calla, esas cosas no existen», me repetí una y otra vez. «Céntrate en resolver el problema». Empecé a tatarear una melodía sencilla para intentar deshacerme de los pensamientos siniestros. Cuando llegué a la cafetería Azabache ya estaba allí, inclinado sobre el botón de emergencia. 

—¿Qué ha pasado? —pregunté, con la voz ahogada del esfuerzo. Azabache alzó la cabeza y miró de reojo a la puerta. 
—Coral ha muerto.
—¡Eso no es posible! —grité—  ¿Cómo va a morir alguien...?
—Lo sé, lo he visto —Cobalto irrumpió en la sala con la mirada enfrascada en su pequeño monitor—. Sus vitales desaparecieron de pronto y llevo un rato buscando su cuerpo.
—Pues está en la sala de electricidad.
—Habrá muerto cuando fue a arreglar las luces.

La capitana fue la última en entrar a la habitación, abanicándose con la gorra y recorriendo la sala con aparente gesto distraído. Pero Viridián es el tipo de persona que siempre está alerta, y su mirada ausente a menudo camufla una exquisita atención al detalle. Adoraba tener el control, pero cuando algo se le escapaba no era capaz de soportarlo. Aunque su rostro permaneciera inerte me fijé en que estaba clavando las uñas en la gorra, con tanta fuerza que sus nudillos palidecían.

—Esto es un fastidio —susurró Viridián, mirando con tristeza el panel de control—. Alguien ha saboteado el sistema de alimentación. Como no lo arreglemos pronto se pararán los motores y perderemos toda la energía
—¿Quién haría algo así?
—Ámbar, no seas tonta —me replicó Azabache con tono mordaz—. Es obvio que hay un intruso entre nosotros. Alguien nos quiere muertos.
—Pues tú eres la última persona que vi con Coral —dijo Cobalto, alzando las cejas levemente.
—¡Claro! Le acompañé a arreglar las luces, pero le dejé solo mientras me iba a revisar los motores. Al fin y al cabo soy el único en toda la nave que sabe hacerlo.
—¿Y dices que le dejaste en la habitación, te fuiste a los motores, y luego volviste a buscarle? ¿Y no viste a nadie de camino?
—No. —Azabache soltó un bufido irritado—. ¿Qué intentas decir? ¿Dónde estábais el resto?
—Yo vi a Cobalto hace nada —murmuré con voz temblorosa—, así que no creo que haya...
—Cierto. Te vi peleándote con los cables de navegación —se rió Cobalto, sin separar la vista de su monitor—. ¿Y usted, jefa?
—Estaba en administración, por supuesto. De hecho he estado controlando vuestras posiciones, así que puedo confirmar que estuviste con Ámbar y luego regresaste al ala médica, ¿correcto? —Cobalto asintió, con una chispa divertida en sus ojos—. También puedo decir que no había nadie más por vuestra zona, Azabache. Creo que está bastante claro.

Azabache inspiró aire con dureza, pero no lo soltó. Mantuvo la mirada en el suelo unos segundos antes de responder.

—¿Me estás acusando?
—Estoy diciendo que vayáis con cuidado —susurró Viridián, con la vista perdida en el panel de control—. No tenemos mucho tiempo. Todo el mundo, a reparar la nave. Luego discutiremos qué hacer contigo.

Viridián apagó la señal de emergencia y se marchó en dirección a la sala de administración. Cobalto se reclinó en su asiento y Azabache se quedó en silencio, con la respiración lenta y pausada. El ambiente se hacía más y más pesado con cada segundo que pasaba, así que me despedí con un gesto incómodo y salí de la habitación. En mi lista de tareas esperaban una infinidad de paneles eléctricos que no se iban a reparar solos. 

En la nave solo había silencio. Estaba acostumbrada a cruzarme con gente, a escuchar la risa de Coral a lo lejos o el canturreo amable de Viridián a través del metal, pero ahora todos conteníamos la respiración y caminábamos sin hacer ruido. «La nave se está muriendo», pensé. «Nunca más voy a poder escuchar los chistes malos de Coral». Ni siquiera sabía cómo había muerto, aunque seguramente fuera mejor así. Prefería recordarle con su sonrisa irónica y su extravagante traje color rosa.

Vi que algo se movía de reojo. Pegué la espalda a la pared y me asomé al pasillo, donde una sombra azulada se movía lentamente. Cobalto saludó y se acercó con cautela.

—Vaya, me alegro de... verte con vida.
—Lo mismo digo —respondí, aún incómoda—. Lo siento, no debí dejarte a solas con Azabache. A saber qué podría haber pasado.
—Tranquila, me fui después de ti. Estoy bien.

Cobalto se introdujo en la habitación y empezó a revisar los archivos, mientras que yo esperaba en la puerta y reparaba los cables. Estuvimos unos segundos en silencio hasta que solté un suspiro nervioso.

—Supongo que estamos a salvo.
—Estaba pensando lo mismo —rió Cobalto suavemente—. Podrías haberme matado hace ya rato.
—A lo mejor es que soy una asesina algo torpe y me he dejado la pistola en cafetería. La próxima vez será.

Cobalto sonrió mientras terminaba de descargar los archivos. Se asomó un momento al pasillo y luego se giró hacia mí.

—¿Puedo confiar en ti?
—Claro —respondí, soldando mi último cable—. ¿Qué ocurre?
—Sabes, antes estaba revisando las cámaras y vi a Azabache meterse en la sala de mandos.

Me incorporé despacio, dejando las herramientas desperdigadas por el suelo. Una melodía fantasma retumbaba a través de mi mente, acuciante. Inquieta.

—¿Sala de mandos? Ahí es donde suele estar Viridián. ¿Sabes si está bien? 

Cobalto se encogió de hombros. En su mirada había una gravedad profunda y siniestra.

—Ámbar, llevo un rato dando vueltas por la nave y eres la única persona con la que me he encontrado.

La melodía en mi cabeza estalló, plagada de gritos y recuerdos y de cuentos de terror que recorren las lanzaderas, la leyenda de un monstruo que se esconde entre los huecos de la nave... No, así no es. Los monstruos no se esconden, se camuflan entre nosotros y asesinan a nuestras espaldas, sabotean las instalaciones y nos eliminan uno a uno hasta que se quedan solos.

Y la única manera de librarse de ellos es matándolos tú primero.

Corrí sin mirar atrás hacia la sala de administración, con el sonido de mis pisadas quebrando el sepulcral silencio que sometía a la nave. Y en silencio estaba la habitación cuando llegué. Viridián estaba en medio de la sala, con la mano en la visera de la gorra y de espaldas a mí. A sus pies estaba Azabache, encogido sobre sí mismo. Inmóvil.

—Ah, Ámbar —Viridián se giró con el ceño ligeramente fruncido—. Menos mal que llegaste. Acabo de encontrarme con Azabache tirado en el suelo, creo que está herido. Ayúdame, ¿quieres? Tenemos que llevarle a la enfermería.

Me quedé en la puerta, intentando contener mi respiración entrecortada. Un olor metálico y amargo emanaba de aquella habitación. Era peligroso y primitivo, una mezcla en entre algo desconocido y algo terriblemente familiar.

—Pero... —tartamudeé, dando un paso al frente— ¿Quién ha podido...?
—Ha tenido que ser Cobalto. Les dejamos a solas en la cafetería. Probablemente le siguió hasta aquí y huyó después.
—No puede ser. Cobalto y yo... llevamos un rato...
—¿Uh? ¿En serio?

Retrocedí. Viridián tenía la mano sobre la barbilla y respiraba suavemente. Siempre distraída, siempre con la mirada en las nubes... como si estuviera abstraída con sus propios pensamientos. Pero ella nunca perdía el control. Y mucho menos ahora.

La puerta de la habitación se cerró a mi espaldas.

—Creo que con eso será suficiente —susurró Viridián, retirándose lentamente la gorra—. Hubiera sido mucho mejor mantenerte con vida hasta el final y que tú te deshicieras de Cobalto, pero no me dejas más remedio. Al final tengo que hacer yo todo el trabajo...

El casco de Viridián comenzó a resquebrajarse y de las finas grietas del cristal empezaron a salir pequeños tentáculos tan finos y oscuros que parecían estar hechos de humo. Los ojos de Viridián brillaban con una luz imposible y afilada, multiplicándose y esparciéndose por el resto de su cuerpo. Su abdomen se abrió desde dentro, mostrando una boca monstruosa llena de dientes que habló con una voz gutural e inhumana.

—Nos vemos cuando haya terminado.



48-Escribe un relato que incluya una etopeya sobre el antagonista de la historia.


¡Feliz domingo a todo el mundo! Pues sí, esta vez he decidido hacer un relato basado en uno de los juegos a los que más he jugado este año: Among Us. Para quien no lo conozca se trata de un juego multijugador en el sois pequeños astronautas en una nave, y tenéis que descubrir quién de los otros jugadores es el impostor. Los impostores se escogen al azar y su objetivo es matar a todo el mundo sin ser descubiertos. Es muy simple y también muy divertido, y aunque ahora estoy liadísima con los exámenes le eché bastantes horas en su momento. ¿Lo habéis probado? ¿Qué apariencia soléis tener? A mí me gusta ser un oso asesino >:3

En fin, me lo he pasado muy bien con este relato, aunque me hubiera gustado tener más tiempo y enredar mucho más el final. Son casi 1500 palabras y ya voy atrasada con los retos, así que tuve que hacer algo más o menos sencillo. ¿Pero os ha gustado? ¿Cuando empezasteis a sospechar de Viridián?

¡Un saludo y hasta la semana que viene!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

4 comentarios:

  1. Hola!!!! wow a mi me encanto!!! yo creo que superaste el reto ;) el final quede :o nada mejor que una historia de ciencia ficción. El juego no lo conocía,ya lo voy a chusmiar :D

    PD: Una genialidad lo que escribes, así que me quedo como tu nueva seguidora para seguir leyéndote <3 si quieres visitarme y espero que no sea molestia mi blog es http://plegariasenlanoche.blogspot.com/

    Un beso enorme desde Plegarias en la Noche.

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    1. ¡Muchísimas gracias! Y sí, el juego es súper diveritod, te lo recomiendo definitivamente.

      Me paso también por tu blog, que la cultura gótica siempre me ha gustado :3

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  2. Buen reto. La ficción no es mi fuerte, pero a ti se te da genial. Yo no he sospechado hasta el final. No conozco el juego, pero buena idea sacar de un juego el relato.
    Feliz Navidad. Besos

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    1. ¡Feliz Navidad a ti también! Me alegro de que te haya gustado :3

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