6/27/2020

Y así fue como incendiamos la cantina.

¡Congregaos, camaradas! ¡Reuníos a mi vera! Pues hoy os contaré la historia que vuestros curiosos corazones ansían. Los rumores se extienden como llamas corriendo en la pólvora, y precisamente el fuego es lo que protagoniza este relato. ¡Escuchad, amigos míos, las desventuras de esta joven bardo! Y si por ventura os sobran unas monedas, haríais bien en invitarme a una cerveza.

Ahh, mucho mejor así. Observo que vuestras orejas se despliegan con interés, conque os deleitaré sin más demora con mis andanzas y andaduras. Me encontraba yo en esta misma taberna una calurosa tarde de estío, ahogando la sed con alcohol y las horas con juegos de azar. La noche aguardaba impaciente a sus parroquianos y vestía con sus mejores galas: un cielo brillante y despejado, brisa fresca de verano, luciérnagas y estrellas como joyas acentuando su belleza. Una noche tan hermosa como aquella no es más que un imán de sucesos singulares; un hechizo que desinhibe más que la bebida o el calor de la verbena. Y ahí me hallaba yo, esperando mi turno para lucir el escenario, cuando una joven dama surge de la nada, me aborda por banda, y me invita generosa a una jarra de hidromiel.

¿Y qué he de hacer yo ante semejante belleza desplegada, ante tales ojos dulzones y mejillas sonrojadas? ¿Qué hubiérais hecho vos? Yo quedé prendada de su encanto, así que con sumo gusto acepté la invitación y tomé su mano para guiarnos hasta la barra. Allí comencé mi cortejo, contando historias con su pizca de verdad y su pizca de mentira, perdida en su mirada cristalina y en sus bromas de lengua viperina y, para qué mentir, también me desabroché uno de los botones de la camisa.

Pues tan ensimismada me encontraba yo con la bella dama que no me percaté de la presencia de un joven bruto que se nos acercaba. Ceño fruncido, nariz arrugada, colmillos al viento como un malhumorado jabalí. El muchacho se interpuso entre ambas, su jeta enfrentada contra mi rostro, y exigió -¡Exigió, amigos míos, exigió!- que dejara de incordiar a su pobre enamorada.

En ese momento vi que los ojos de la muchacha se tornaban del blanco más blanco que podéis imaginar, y me atrevo a asegurar que los echó tanto hacia arriba que era capaz de ver el interior de sus párpados. No pude reprimir una carcajada al señalar, con aires de grandeza, que la bella dama no parecía del todo interesada en su porcino rostro. El joven hinchó el pecho y volvió coloradas sus mejillas, vociferando con la fiereza de un pollo enojado, y reclamó con bravura la mano de la bella dama.

Entonces pensé, ¿por qué iba yo a cesar en mis intentos de cortejo? ¿Qué debo hacer cuando insultan mi honor con tal descaro? Por supuesto solo se me ocurrió una posibilidad, ¡y es que debía retarle en duelo! Pensadlo: un combate por el amor de una damisela, recoger su pañuelo perfumado y besar su mano en buen augurio, la larga espera hasta el amanecer, quizá el consuelo de su amor efímero... ¡Exquisito! ¡Ideal! ¡Una mujer como yo ha nacido batirse en duelo!

Así pues, me dispuse a sacarme el guante y abofetear con gentileza la cara de nuestro rival... ¡mas diantres, la prenda no parecía hallarse en mí! Seguramente cayera de camino a la cantina, o fuera sustraído por una banda de guanteadores, incluso hubiere sido cena de un dragón devorador de manoplas... Pero la realidad me abofeteó antes que yo pudiera hacerlo, y es que no poseía un guante con el que reclamar mi satisfacción. Así que en vistas de este desatino, y con la mano ya alzada en dirección a su rostro... decidí tomar la ristra de chorizos que aguardaba a mi vera y cruzar con ella el semblante del joven.

El pobre muchacho, no conforme con ser abofeteado por mi cena y con los raudos reflejos de una perpleja gacela, se encontró en tal tesitura que no vio otra que tomar una jarra de cerveza y lanzármela al rostro... con tan mala pata que acertó agarrar la jarra que no era. Así pues el desafortunado joven tomó y derramó la bebida de un impresionante mercenario; ya sabéis, del tipo que tiene bíceps de mármol, abdominales de alabastro y talante impulsivo. No demasiado contento con ello, el guerrero alzó los puños... y así, de la nada, ¡se había formado una pelea de bar!

Volaron taburetes, insultos y agravios, ofensas varias... y también un número considerable de mesas; el alcohol alimentó la ira e hizo aflorar las afrentas de todo aquel que contemplaba el espectáculo. Como las alas de una mariposa invocando un huracán, el suave aleteo de aquella ristra de chorizos había desembocado en la mayor contienda presenciada en el pueblo desde la fatídica Cosecha del 98. Botellas se hicieron añicos, lazos fraternales fueron rasgados, ojos se colorearon de negro y morado, líquido inflamable fue esparcido por doquier... y un especialmente colérico borracho decidió que era buena idea prender una antorcha y amenazar así a sus compadres.

El local comenzó a ser consumido por las llamas, e igual que una maldición se rompe con un gesto de amor verdadero, se podría decir que el fuego fue el apasionado beso que nos despertó a todos del ardiente sueño. Algunos se escabulleron como ratas, otros como valerosos héroes -que también huyeron, pero algo más tarde-; y la dueña de la taberna, que ahora mismo escucha ojiplática y parece tener intenciones de partirme el cuello, consiguió audaz sofocar el fuego y recuperar su cantina con mínimos daños. ¡Verola, escúchame! ¿No ves la publicidad que has conseguido con esto? ¿¡Verola!? Se fue.

Bueno, y os preguntaréis, ¿qué hice yo en tal circunstancia? Pues nada más y nada menos que aprovechar la situación para lucir mi caballerosa disposición, y así marché en auxilio de nuestra bella damisela. Pero, para mí sorpresa, ¡la joven no quería ni mirarme! Avergonzada de la escena que yo había montado y del bochorno al que había sometido a su prometido, utilizó el arte del insulto y el escarnio para componer, por así decirlo, una dulce balada "a mi arrogancia y prepotencia" que sin duda guardaré muy, muy cerquita de mi corazón.

Así pues, amigos míos, esta historia nos deja con una importante moraleja. Debido a mi conducta he arruinado el amor de mi vida y la dignidad de muchos hombres, dañado la taberna de esta buena mujer, y probablemente perdido el derecho de volver a visitar dicha taberna... pues veo que Verola ya ha reunido a sus gorilas. ¡Me marcho, amigos míos! ¡Recordadme cada día! ¡Aprended de mis errores!

¡Nunca, nunca entréis a una taberna sin llevar guantes!



26-Haz una historia en la que el incidente desencadenante sea un guante perdido.

¡Buenos días a todos y bienvenidos al ecuador del reto! Así es, con esta semana hemos alcanzado lo que viene siendo la mitad del año y eso significa que ya he escrito la mitad de los relatos. ¿Cómo vais vosotros? Yo creo que estoy mejorando -muy poquito, pero algo-, ganando constancia al escribir cada semana y, sobre todo, experimentando con géneros e ideas que nunca se me habrían ocurrido. ¡Como este, el primer texto de humor que hago!

O al menos esa era mi intención. ¿Os ha divertido el relato? Lo he escrito pensando en que fuera un monólogo para recitar, y no podía evitar sonreír cada vez que mencionaba los chorizos... Probad a leerlo en voz alta, ya que hay muchas aliteraciones y repeticiones que suenan mejor cuando se interpreta.

La idea de este relato está inspirada en partidas de rol y Dragones y Mazmorras, ya que este tipo de situaciones disparatadas ocurren con muchísima frecuencia, sobre todo si en el grupo hay un bardo demasiado carismático o un pícaro algo malicioso. Una vez estaba dirigiendo una partida y uno de los personajes se frustró tanto que acabó prendiéndole fuego a la puerta de la taberna, así que sí, este tipo de cosas son habituales.

¿Creéis que he cumplido bien el reto? Porque creo que se puede entender que el incidente desencadenante fue la bofetada con los chorizos, pero como esta se debe al guante perdido pues... no sé, ¿qué opináis vosotros?

¡Un saludo y hasta la próxima! Nos vemos la semana que viene <3

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P.D: ¡Por cierto, que casi se me olvida! Por fin he puesto el wigdet de Seguidores en el blog. ¡Si eres lector habitual te agradecería que me siguieras!

6/18/2020

REM

Sincronización completada. Listos para el despliegue.

Las guerras han cambiado mucho en muy pocos años. Lo que empezaron siendo prótesis mejoradas, exoesqueletos e implantes biónicos han acabado por convertirse en... esto. En puras pesadillas. Y es que nos prometieron guerras más limpias, menos dolor y menos sangre derramada. Vaya por dios. Al menos cumplen una de esas cosas.

Unidad 2997, en posición.

Pero claro, si una mina te arranca las piernas o si la gangrena te come los dedos... ¿qué vas a decir? ¿Que no quieres un par de extremidades nuevas? Te arreglan y luego te prometen que jamás volverá a pasar si te unes al programa. «En la nueva guerra no se puede morir». Así te lo venden, y lo peor es que tienen razón. ¿Parece demasiado bueno para ser verdad? Más bien es cuestión de ética. La verdad es que no todos pueden soportar esto.

Noether, céntrate.

Eso, joder. Lo siento, es que últimamente solo puedo pensar cuando estoy en la máquina. ¿Qué tenía que hacer? Creo que me han traído aquí para neutralizar una de las estaciones de comunicación del enemigo, pero no sé por qué no mandan a los drones. Bueno, sí que lo sé, porque ya hemos perdido ocho. No es mi problema. Deberían mandar más y dejarme en paz. Le doy vueltas mientras avanzo por la llanura, y pienso... estoy aquí porque necesitan un humano. Porque aquí ocurren cosas que la IA no comprende, o contra las que no puede luchar. Aunque para ser justos, un humano tampoco podría con todo esto. Por eso llevo el mecha.

Unidad 2997, objeto no identificado al noroeste.

Allá vamos. Oye, ¿cómo se tiene que ver esto desde fuera? Ya sabes, un robot gigante corriendo por el campo y eso. Tiene que llamar mucho la atención, y sobre todo hacer un ruido de la ostia. Desde aquí dentro no escucho nada, claro, porque se filtran los sonidos de mi propia máquina. Buena tecnología, sí señor. Es increíble que no escuche las piernas mecánicas estamparse contra el suelo ni los chirridos de los brazos, pero que sí pueda oír el resto. Ramas crujir bajo mis pies, el viento aullando suavemente, los pájaros revoloteando asustados... y pasos, escucho pasos. Joder, es otro mecha.

Unidad 2997, tiene permiso para disparar.

No me lo digas dos veces. Ya me extrañaba a mí que los cabronazos estos no hubieran desarrollado aún la tecnología. Míralo, si se parece un montón a los nuestros. Un poco más tosco si cabe, pero de calidad sin lugar a dudas. Además se ha cargado a ocho drones él solito. ¿Pillas algo más en el radar?

Negativo. Unidad 2997, dispare.

Que sí, coño, ya te he oído. ¿Qué crees que hace aquí? Yo creo que estaban haciendo pruebas o algo así... Joder, sí que es rápido, me ha esquivado el misil. Ya verás cabronazo, te vas a enterar. De todas formas siempre se me ha dado mejor el combate cuerpo a cuerpo. Fíjate, si tiene el núcleo reforzado y todo. Me está aguantando bien los golpes.

Daños en la unidad lateral, proceda con cautela.

Ya, si ya he visto que me ha arrancado el brazo. Perdona, es que estoy lento. Hay algo... hay algo que no me cuadra. Tiene una forma de combatir muy ineficiente, como brutal y desesperada. ¿Qué coño le pasa? Espera, que casi tengo abierto el núcleo. A ver si se queda quieto de una puta vez.

¿Qué ocurre? Tu conexión se desestabiliza.

Dios mío... Dentro del núcleo no hay circuitos ni combustible. Hay un humano. Joder, si le veo la cara desde aquí. Creo que es una chica. Esto no puede ser, ¿cuantos años tiene? ¿Por qué cojones meten un piloto dentro de este amasijo de cables? ¿Estos gilipollas no saben lo que es el control remoto o qué?

Daños en la unidad central. Daños en la unidad de movimiento. Daños en sistemas de control. Daños en...

Sí que se ha ensañado conmigo... Joder, lo siento mucho, me he distraído. Pero bueno, al menos ya sabemos qué es lo que pasa aquí, ¿no? Es tan solo una unidad de prueba. Podéis mandar luego a Diplomacia para que nos devuelvan este cacharro. Todo ha sido un malentendido.

No podemos permitir que el enemigo tome la máquina. Unidad 2997, active la autodestrucción.

No... no puedo hacer eso. ¿Es que no lo ves? HAY UN HUMANO AHÍ DENTRO. No son como los nuestros, no, NO PUEDO hacer eso. Desconecta el sistema ahora mismo, me niego. Tiene el núcleo expuesto, joder. La vais a matar.

Retirando control manual. Iniciando control interno.

NO. ¡¿VES LO QUE TE DECÍA!? La guerra, LA GUERRA nunca cambia. Decís que ya no hay muerte, que ya no hay crueldad, PERO SOIS LOS MISMOS DE SIEMPRE. No es justo, esto es un CRIMEN. ¿Dónde está la moral? ¿La compasión? ¡Dijiste que las máquinas nos harían más humanos!

Autodestrucción completada. Inicio la desconexión del sistema.

¿Con que así son las cosas, eh? Encerráis mi mente en este sucio robot y cambiáis mis sueños por pesadillas. ¿No hay sangre? Será que no derramamos la nuestra, pero sin duda el dolor es el mismo de siempre.

Mírame. Ya casi no puedo pensar cuando estoy despierto, y cada vez que duermo estoy aquí. ¿Esto es vivir?

¿De verdad creéis que esto es vivir?


LA ENVIDIO.

A la chica.

Al menos
           ella
               pudo
                    morir.

Sistemas desconectados. Buenos días, Noether.



25-Escribe un relato en el que uno de los personajes esté durmiendo todo el tiempo.

Madre mía... Os explico. Cuando vi el tema de este relato no se me ocurría ninguna idea en concreto (porque es un tema muy abierto y que prácticamente se puede hacer en cualquier género) así que pregunté por twitter de qué queríais que fuera la historia. Uno de mis amigos dijo "sobre mechas" y propuso que fuera una máquina que solo se pudiera controlar mientras duermes... y una cosa llevó a la otra. A ver, ¡técnicamente cumplo con el reto! Al fin y al cabo nuestro protagonista está dormido.

¿Qué os parecen las historias de mechas? A mí me parecen un clásico de la ciencia ficción y un tema muy divertido sobre el que trabajar. Por si no lo sabíais, un mecha o meka es cualquier robot humanoide que se controle por un humano, ya sea de forma remota o, más comúnmente, desde dentro del mismo robot.

He querido escribir este relato como si estuviera transcribiendo los pensamientos del piloto y su conversación con la IA, lo que ha sido algo complicado ya que no podía describir acciones, solo las reacciones del protagonista. Además quería representar por escrito el proceso de despertar y de ir perdiendo poco a poco la consciencia... me parecía interesante, ¿cómo afecta a la psique que todos tus sueños sean vívidas guerras? ¿Podría nuestro protagonista llevar una vida normal fuera del sueño, fuera del mecha? ¿Qué pensáis vosotros?

En fin, ¡muchas gracias por leerme! Nos vemos en el próximo relato <3.

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6/14/2020

La seña del silencio

"Clase turista." Me parece curioso que se siga llamando así. Ni'li me pregunta de dónde viene esa expresión, y entonces yo le cuento que hace tiempo la gente viajaba en asientos baratos para visitar otras partes del planeta. Esos eran los antiguos turistas. Pero hoy el turismo es un placer de ricos, de esferas de cristal y licores añejos, así que en realidad los que viajamos en clase turista somos los que venimos a trabajar. Es irónico, le explico. Ni'li sonríe y se recuesta en su asiento con gesto satisfecho. Otras cosas no, pero las ironías las pilla al vuelo.

La verdad es que el único inconveniente de la clase turista es el aterrizaje. El ruido que genera la nave al impactar contra la atmósfera es ensordecedor, y lo único que nos sujeta de la gravedad es un fino cinturón de fibra sintética. Es incómodo y aterrador, una lucha entre la lógica de saberte a salvo y el instinto de pánico que surge al caer al vacío. Ni'li palidece mirando al techo y yo cierro los ojos. La nave -o al menos, esta parte de la nave- no tiene ventanas, pero me han dicho que este planeta se ve hermoso desde el espacio. Un cuadro azul y ocre con trazas grises que cruzan su atmósfera, terreno accidentado y continentes viejos. Cierro los ojos y me lo imagino mientras caemos y la nave vibra con violencia; visualizo el cielo y la tierra girando sin control a mi alrededor. Pronto noto el impacto contra el suelo.

Ni'li me sacude el brazo y signa con emoción "¡Lo conseguimos!". Sonrío y asiento sin decir nada más, esperando con impaciencia a que nos liberen de nuestros cinturones. La cabina ya se ha abierto y noto el aire extraño inundando mis pulmones: olor a calor y asfalto, a oxígeno de baja altitud. Antes de salir me coloco las gafas y me cubro la piel con tela densa; la radiación aquí no es mortal pero sí algo nociva. A Ni'li no parece importarle y baja corriendo de la nave en cuanto tiene ocasión.

El paisaje fuera es decepcionante: un cielo grisáceo y ligeramente anaranjado sin astros a la vista, y una planicie pavimentada que carece de fauna o flora. Me convenzo de que las cosas bonitas estarán fuera del recinto. Avanzamos con el resto de la tripulación hasta el vehículo que nos lleva a la terminal, un tosco tren subterráneo que parece llevar décadas en funcionamiento, y tras un corto trayecto plagado de lenguas extranjeras y compañeros de viajes impacientes llegamos a la gran estación.

Odio la burocracia y Ni'li lo sabe, así que me empuja suavemente hacia el control mientras suelta gestos de ánimo y chistes de mal gusto. Me esfuerzo por contener la sonrisa, porque como Ni'li aprenda que sus tonterías me hacen gracia sé que nunca podré librarme de ellas. Por fortuna o por desgracia ninguno de los agentes parece entender su lenguaje, así que por esta vez evito meterme en problemas por sus comentarios desafortunados.

Comprueban los rasgos biométricos de Ni'li y tras un saludo educado le dejan pasar. Ahora me toca a mí, así que ofrezco mis manos y mi ADN a cambio de una identificación rápida. En cuanto la máquina me confirma con un pitido hago el amago de avanzar, pero el guardia alza la mano.

- ¿Emine Alaoui? - pregunta, pronunciando con dureza los fonemas.
- Ese es mi nombre.

Desliza los dedos largos y finos sobre la pantalla, entrecerrando ligeramente los párpados. Veo mi imagen centellear suavemente en el monitor, la piel morena y el pelo rizado que tanto les cuesta renderizar, junto con una ristra de datos en un dialecto cursivo que casi no puedo leer. A mi alrededor la cola avanza y la gente pasa de largo, pero Ni'li espera preocupado al otro lado de la barrera.

- ¿Y cual es el motivo de su visita?
- Trabajo. Soy ingeniera agrónoma.
- ¿Tiene algún documento que lo acredite?

Mierda. Esos papeles los guarda Ni’li. Le signo rápidamente la situación y él asiente antes de ponerse a buscar en su bolsa.

- Los lleva mi compañero, el que está detrás de la barrera. Si permite que me acerque a por ellos...
- No puede. Si no es capaz de proporcionarme sus credenciales voy a tener que contactar con seguridad.
- ¿Por qué? - replico, cada vez más molesta - ¿Desde cuando hacen falta esos papeles para pasar?
- Es protocolo, señorita. Se lo preguntamos a todos.
- A mi compañero no le habéis preguntado.

Señalo a Ni'li, que responde al gesto con un respingo y exige saber qué está ocurriendo. El guardia lo mira un momento de arriba abajo antes de regresarme su mirada verdosa.

- Bueno, a todos los humanos. Ya me entiende.
- Esto es absurdo - protesto, acercándome peligrosamente a la ventanilla y encarando mi rostro contra su nariz escamada -. Tienes que dejarme pasar.
- Los de vuestra especie sois tan... ruidosos - susurra chasqueando la mandíbula -. Solo tienes que esperar a que llame a seguridad y ellos confirmarán tus datos. ¿Por qué eres tan impaciente?
- Porque si me identificas en el monitor tengo derecho a pasar. Son las normas.
- ¿Ah sí? ¿Porque tú lo digas?

Se me llenan los pulmones de ira, pero me muerdo la lengua al ver el rostro angustiado de Ni'li. Tiene los párpados oscurecidos y las aletas de las orejas retraídas, y en cuanto atrapa mi mirada suelta un grito gutural y gesticula con manos temblorosas. "Espera ahí, estoy pidiendo ayuda." Inspiro hondo y asiento dejando caer la cabeza. Unos minutos, tan solo debo esperar unos minutos. El guardia me indica que me eche a un lado mientras procesa al resto de pasajeros del vuelo. Finalmente otro agente abre la barrera y deja pasar a Ni'li, que se abalanza sobre el mostrador y despliega nuestros papeles en la mesa. Es él quien interviene por mí, usando un intérprete, hasta que el guardia decide que es hora de dejarnos pasar. Ni'li sonríe victorioso y me toma del brazo para arrastrarme hacia la salida.

Pero no puedo dejarlo así. Me hierve la sangre.

- Este planeta pertenece a mis ancestros - ladro por lo bajo, aferrándome con fuerza a las manos de Ni'li y mirando desafiante al guardia -. Es nuestro por derecho.
- Ya, y lo dejásteis hecho una ruina - responde el guardia con desdén -. Sois unos bárbaros y nosotros os salvamos de una condena segura. Vuestra gente es tan... desagradecida.

Intento replicar, pero Ni'li tira de mí y me aleja a la fuerza del control de seguridad. Grito que me suelte y coloco las manos delante de su cara para que me preste atención, pero no aminora el paso. Sé que intenta protegerme, pero esta no es la manera. Así las cosas no cambiarán nunca. Pero no lo entiende, él no puede entenderlo.

"Déjalo.", signa Ni'li sin fijarse en mis ojos llenos de lágrimas. "No merece la pena."




24-Haz una historia que sea afrofuturista.

¡Madre mía, menudo viaje he tenido con este relato! No sabéis la de horas de investigación que le he tenido que echar para acabar con esto. Para que os hagáis una idea empecé a escribirlo el viernes de madrugada, pero empecé a investigar hace más de una semana. Así que, aunque solo me llevó 2 sesiones de escritura, hay muchas horas de trabajo invisible detrás.

Me ha encantado este reto. Para empezar me ha descubierto el afrofuturismo, un género de ciencia ficción con un enfoque completamente distinto a las historias tradicionales, que va desde la crítica social pura hasta sencillamente darle voz a autores y personajes racializados. Para documentarme he leído unos cuantos relatos del género que recomiendo encarecidamente, y aquí tenéis una antología completamente gratuita en inglés. También hay una versión traducida al español en Lektu. Mis favoritos son For Digital Girls Who Drink Tonic Water at the Bar When Purple Rain Isn’t Enough de Ytasha L. Womack, y The Dragon Can’t Dance de Sheree Renée Thomas. Son cortitos y no os van a decepcionar, os lo prometo. Si os gusta la ciencia ficción y podéis leer en inglés echadles un vistazo.

Escoger el tema de este relato ha sido complicado y algo peliagudo, pero la única manera de hacerle justicia al género es tratar de arrojar luz sobre temas que afectan a la comunidad de color, y como española creo que el más relevante es la inmigración. Me he documentado y he intentado tratar con sensibilidad esta lacra que nos afecta desde hace tantos años, y ahora más que nunca tenemos que amplificar y proteger las voces y los derechos de la comunidad.

En fin, ¿qué os ha parecido el relato? Me he volcado muchísimo en este reto, y hay un montón de detalles y cositas pequeñas desperdigadas por el mismo. Por ejemplo, Ni'li se llama así por los elementos químicos, Níquel y Litio, porque pensé en que podría ser una forma de vida no basada en el carbono... aunque no creo que estos dos elementos cumplan los requisitos necesarios. ¿Pero para qué está la ciencia ficción si no?

¡Un saludo, nos vemos la semana que viene!

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6/06/2020

Pétalos de porcelana

No podía apartar la mirada. No solo porque el miedo paralizara mis vértebras o porque la luz brillante mantuviera abiertos mis ojos: es que no podía mover la cabeza. Algo la sujetaba, la mantenía fija y orientada hacia el horror que se desplegaba ante mí, me hincaba las rodillas en el suelo regado de sangre. Los gritos, la daga, lo rápido que se desvaneció su consciencia... todo me pareció tan falso. Sus huesos se rompieron demasiado rápido. Y mientras todo aquello pasaba ese algo me sujetaba las manos y los hombros, se abrazaba a mi garganta y separaba suavemente mis párpados, me mecía en su impotente consuelo: "No puedes salvarla, chico. No puedes hacer nada por ella."

Por eso mismo tampoco fui capaz de gritar. Algo dentro de mí sabía que no tenía sentido hacerlo, que mi madre estuvo muerta desde el momento en el que comenzaron los alaridos de súplica. Así que lo presencié todo, en silencio y aterrorizado: pude ver en primer plano el momento en el que mi abuelo le quitaba la vida a su propia hija. Primero un maza entre las cejas que hizo brotar la sangre como un clavel escarlata desplegándose en la frente, y luego su cuerpo inerte desplomándose en el suelo. Una muñeca, mi madre parecía una muñeca: una marioneta con las cuerdas rotas, ojos opacos y ropa descolorida colgando de las extremidades. Así la describía el abuelo, acariciándole con mimo las mejillas; y así le susurraba mientras clavaba la daga. La primera puñalada fue en el cuello, rasgando la yugular y derramando lo que le quedaba de vida, las siguientes ornamentales por el resto de la piel. Simétricas y finas, siguiendo el contorno de su cuerpo, retirando lentamente sus rasgos. Sus ojos, su nariz y sus labios, la piel que recubre las clavículas; como un artista esculpiendo el barro. Y lo observé, preso de su minuciosa obra, hasta que empezó a desollarle los dedos. Eso fue lo único que pudo devolverme al presente.

Cuando se deshizo el embrujo me regresó el olor a sangre seca, las frías luces fluorescentes sobre las baldosas de la cocina y la certeza de que algo horrible estaba ocurriendo ante mí. Aquello no solo era muerte, era un asesinato premeditado, un ritual macabro del que me querían hacer partícipe. Mi abuelo trabajaba en el cuerpo canturreando una melodía ligera, una nana dulce que llevo escuchando desde que era pequeño. 

Duerme, mi flor
de pétalos de porcelana.
Duerme tranquila, mi niña
que yo te traeré el mañana...

Y la cantaba siguiendo el ritmo de mi respiración.

Salí corriendo porque entonces supe que yo sería el siguiente, porque aquel hombre estaba loco y su locura estaba empezando a filtrarse en mis pensamientos. Dejé la cocina atrás de un torpe portazo y giré la esquina hasta el recibidor, aporreando la puerta principal y pidiendo auxilio. ¿Cómo es que la vecina de enfrente no había escuchado los gritos? Ni siquiera se oía aullar a su perro, el que siempre ladra cuando hay voces en el pasillo... Las llaves tampoco estaban en el gancho ni en el pomo. ¿Dónde las tendría mamá? ¿En su bolso?

En la cocina la canción había cesado y ahora tan solo se escuchaba una respiración lenta y pesada, como piedras que se hunden en el agua y retumban cuando alcanzan el fondo. Era profunda y fatigada, lo único que enturbiaba el silencio que rodeaba mis gritos, y aún así me di cuenta cuando paró de repente. A la pausa la siguieron los pasos, un gruñido frustrado, el chirrido de las bisagras de la puerta de la cocina. Pisadas que arrastraban los pies.

Dejé de chillar y me inundó un impulso distinto, el de esconderse y desaparecer como si la tierra pudiera tragarme, convencido de que si huía de él también podría escapar de su oscura pesadilla. Un fantasma, si mi madre era una muñeca yo debía ser un fantasma, y así me deslicé pasillo abajo buscando sombras entre las que pudiera desvanecerme. Mi cuarto era una elección obvia y además la puerta más cercana a la cocina, así que en vez de eso llegué al final del pasillo y me metí en la habitación de mis padres. ¿Y ahora qué? ¿Debajo de la cama, en el baño, dentro del armario? Si me escondía en el ropero podría aprovechar alguna distracción y escabullirme de vuelta a la puerta, encerrar a mi abuelo en el cuarto y correr a la cocina para escaparme por la puerta de atrás, que con suerte sí que estaría abierta. Mientras sus pasos lentos y cojos se deslizaban por el pasillo yo me metí en el armario, amortiguando mi peso entre toallas y pantalones planchados, y cerré la puerta dejando tan solo una rendija desde la que mirar.

El abuelo ni siquiera dudó hacia dónde debía marchar. Ni siquiera se paró ante el resto de habitaciones, ni encendió las luces, ni llamó mi nombre. La tranquilidad de sus pasos me llenó los ojos de lágrimas, y por una vez deseé que ese algo siniestro estuviera allí conmigo para quitarme la voz. Me cubrí la boca con las manos y presioné fuerte en la garganta para ahogar los quejidos, pero era inútil. Mi corazón desbocado era lo que le estaba llamando, su sonido retumbando en las paredes del armario como un mudo grito de terror. El abuelo entró en la habitación y entonces llegó el sonido que me congeló la sangre, entonces echó el pestillo. Ya no podía contener las lágrimas y lloré, con la esperanza de dejar mis ojos secos o de quedarme ciego para siempre. Los pasos se arrastraron hasta el armario. Ya solo me quedaba luchar, un golpe en la entrepierna y escurrirme hacia mi libertad... ¿y qué tal clavarle un tacón en los ojos? Era mejor que nada, así que me armé con uno de los caros zapatos de mi madre justo a tiempo de que mi abuelo abriera el armario.

Y no pude moverme. Creo que fue al ver su rostro, a fijarme por primera vez en las facciones que lo componían: sus ojos pequeños y hundidos grises por el tiempo, su nariz bulbosa, la cara cuadrada y las mejillas desinfladas... Pero era su sonrisa lo que lo inundaba todo. Labios finos y dientes separados, gesto tierno y dulce, una amabilidad marchita y familiar que en estas circunstancias resultaba siniestra. No podía moverme, ni siquiera cuando mi abuelo extendió la mano y acarició con suavidad mi frente. Creo que jamás he sentido un terror tan intenso como el que sentí ahí, agazapado en el armario, con la sombra de aquel hombre volviéndome invisible, con la idea de la muerte goteando sobre mi piel.

No recuerdo sus palabras exactas, solo retazos de la conversación. Dijo, riendo que siempre me escondía ahí cuando era pequeño, que si no echaba de menos jugar al escondite con él. Me habló de la nana y de cuando mamá era pequeña, del perro de la vecina, de memorias que se desvanecen y a las que reemplazan otras nuevas. Me preguntó que si le odiaba. Que si sentía rencor por la muerte de mi madre. Con la voz seca y la sangre ardiente le respondí que sí.

Solo recuerdo lo último que dijo. Se arrodilló ante mí y rió de manera demencial, provocando mis sentidos y derrumbando el mismo universo hasta que se volvió de un rojo intenso, hasta que el asco rezumó por cada poro de mi cuerpo. Esos ojos pequeños, los dientes separados, la podrida sonrisa... Ya nada tenía sentido, solo él y yo y los retazos de mi madre que quedaban en la cocina. Entonces me fue cuando entregó la daga.

Y me dijo, ese bastardo me dijo: "Entonces hazlo. Haz conmigo lo mismo que yo he hecho con tu madre."


23-Un niño ve cómo su abuelo mata a su madre. Explica el terror que siente al presenciar todo y por temer que le encuentre.

¡Buenos días a todos! Os presento el reto número 23, un relato de terror con el que, lo admito, me he divertido mucho. Me he esforzado para no hacer terror cósmico o sobrenatural que es el que más me gusta, pero creo que aún así se nota que es mío.

Quería darle un giro al tema, ya que parecía dejarlo todo muy claro: el abuelo mata a su madre y luego le da miedo que le encuentre, presuntamente porque a él también le iban a hacer lo mismo... ¡Por eso quise darle la vuelta y que al final el niño tuviera que matar a su abuelo! Me parecía más interesante jugar con ese concepto, el del rencor y la venganza. Pero también puede ser que me esté motivando demasiado.

En fin, ¿qué os ha parecido este relato? Me ha llevado un poco más de tiempo escribirlo porque he tenido que ir al dentista esta semana para una cirugía, y entre los nervios y los analgésicos no ando yo muy inspirada. Pero puede que precisamente por eso este relato es un poco más gore...

¡Un saludo y hasta la próxima! <3

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