8/19/2020

La mujer de los ojos verdes

Sé que usted, como muchos otros, siente celos de mi éxito. No se avergüence, es natural; incluso me atrevería a decir que es hasta beneficioso. Porque aunque digan que la envidia es un pecado capital todos sabemos que de cosas peores es capaz el ser humano, y yo misma he obrado con más malicia que esa en contadas ocasiones. Por eso pienso que la envidia es un mal necesario. Si usted tiene esos sentimientos úselos, utilice esa rabia para convertirse en alguien mejor; ya que solo aquellos que no tienen éxito son capaces de sentir envidia. Siéntase agradecido por ello, pues significa que tiene usted la oportunidad de mejorar.

Por eso también entiendo que me acusen de ladrona. Cuando uno carece del milagro que yo poseo es normal que no lo comprenda, que alegue métodos ilícitos ante todo lo que he obtenido con sudor y esfuerzo. La única verdad aquí es que mis niños me adoran, que no pueden vivir sin mí y que yo les proporciono la vida que ninguno de ustedes podría darles. Sé que eso les duele. Anhelan este amor tan suave y tan cálido, el aliento que hunde el pecho al verlos respirar mientras duermen; añoran la alegría de amar y sentirse amados de una forma tan pura e inocente. Se arrepienten de haberlo perdido.

Porque a algunos padres se les marchan los hijos. Se van, desaparecen, se hacen mayores o se mueren antes de llegar a serlo. Algunos parten porque te odian, porque quieren huir de ti o porque creen que el nido que les acoge es en realidad una jaula de afilados barrotes. Y ese es el problema, ¿sabéis? Con vuestras acciones permitís que se marchen, los alentáis a buscar amparo en un mundo que no les protege. Y es que yo nunca dejaría marchar a mis niños. Esa idea ni siquiera existe para ellos.

¿Así que cómo podría yo robar algo que nunca os ha pertenecido? Yo amo a estos bebés más de lo que nunca podríais amarlos, les cuido de la vida que ustedes les dieron sin pensar. Bajo mi techo vivirán y morirán con el único amor de su madre, y sus jóvenes rostros jamás serán dañados por el paso del tiempo. Solo yo soy digna de su milagro. Mi labor es sagrada y, aunque ahora no lo entiendan, en unos años agradecerán que fuera yo quien les criara.

Me envidian porque tengo niños que ustedes no se merecen y jamás se merecerán. Y durante años os he compadecido, pero ahora no hacen más que clamar al cielo por justicia... ¿Por qué no se callan y prueban a tener sus propios hijos? ¿Qué tal si la próxima vez no los dejan a merced de los ladrones?



34-Haz una historia con un narrador poco fiable en primera persona, al que acusan de robar bebés.

¡Tachán! Aquí tenemos el reto de esta semana y da la casualidad de que es uno de los más cortos que he escrito, más corto incluso que Treinta y dos. La verdad es que ando ocupada, tengo un examen importante en dos semanas y estoy luchando con una convocatoria de relato que acaba el 30 y acabo de empezar... Pero por otra parte, ¿creéis que este relato necesitaba más? A veces creo que no merece la pena alargar una historia solo por rellenar, y sin duda mi estilo se presta más a cosas cortas y concisas como esta.

Es la primera vez (creo, porque no confío mucho en mi memoria) que escribo un narrador poco fiable y me ha gustado la experiencia. Siempre me quedo con miedo de que el lector no entienda del todo la historia, ¿cómo os ha ido a vosotros? ¿Necesitaría explicarla mejor? También he de decir que el artículo que cita el reto es muy completo e interesante: habla de los tipos de narradores poco fiables, de las pistas para reconocerlos y de consejos para escribirlo... pero no los he seguido. Se supone que he de escribir una escaleta para este tipo de cosas, pero pensé que si mi propio narrador estaba mintiendo quizás quedaría más natural improvisar.

Que bueno, al final es una excusa para no hacer escaletas. Luego normal que me cueste organizarme... En fin, ¡nos vemos la semana que viene! Hay una pequeña sorpresa y es que ya tengo el siguiente relato completamente acabado. Está pendiente de fallo para concurso y se supone que lo anuncian a final de mes, con que seguramente lo suba cuando confirmen que no ha salido ganador (?)

¡Hasta la próxima!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

8/15/2020

Mascarada del vasallo

—¿Alguna vez habéis matado a alguien?

Zafire alzó la vista hacia la voz que la había sacado de sus pensamientos y se topó con unos ojos claros y afilados que parecían sonreirle. El elfo había lanzado la pregunta al aire y ahora buscaba con la mirada alguien dispuesto a responder, así que cuando se encontró con los distraídos ojos verdes de Zafire alzó las cejas con curiosidad.

— ¿A qué viene esa pregunta? ¿Acaso eres guardia? — gruñó el cochero, un humano de piel morena que ni siquiera se giró para mirar.
— ¡Oh no, ni mucho menos! Mi nombre es Lluvia y no soy más que un humilde músico.

Como si intentara darle credibilidad a sus palabras el elfo tomó su maletín y lo abrió, dejando al descubierto un violín de caoba que sin duda había visto tiempos mejores. Lo expuso durante unos instantes hasta que, satisfecho, cerró el maletín cuidadosamente y lo colocó de nuevo a su vera.

— ¿Y entonces a qué ha venido esa pregunta?
— Pues por charlar un poco. Llevamos un buen rato en este carro y nadie ha dicho ni mú.

El humano soltó un suspiro exhasperado y se removió en su asiento, sin llegar nunca a separar la vista del camino. Mantuvo el silencio durante unos segundos antes de empezar a hablar.

— Pues mira, yo nunca he matado a nadie, pero sí que he visto morir a mucha gente.
— No sabía que ser cochero fuera tan peligroso.
— No muchacho, para nada — rió el hombre, girándose durante un solo instante para cruzar su mirada con la de Lluvia —. Y ser tabernero tampoco lo era demasiado, pero sí que vi muchas peleas en su día. 
— Ah, las historias de taberna son las mejores — asintió el elfo antes de darse la vuelta —. ¿Y usted? He notado que escucha con atención pero no suelta palabra alguna.

La cuarta persona que había en el carro levantó lentamente las cejas. Por su baja estatura y su barba frondosa no cabía duda de que era de raza enana, pero poco más se podía averiguar a simple vista. Llevaba las manos cortas y rechonchas llenas de anillos de plata y la barba decorada con similares abalorios.

— No me llames de usted, mozo — habló con una voz dulce y ronca —. Pero sí, y a unos cuantos. Serví en La Guerra hará unos setenta años.

El elfo soltó un silbido de sorpresa y se inclinó en su asiento.

— ¿Entonces eres soldado?
— No. Soy orfebre. — Sacó de su abrigo un pergamino ajado y se lo ofreció —. Y estas son mis tarifas, por cierto. Mi artesanía es de alta calidad y trabajo todo tipo de metales. A vosotros os haré un descuento, claro, por eso de que vamos a tener que llevarnos bien.
— Pues sí, porque tiene pinta de que vamos a pasar mucho tiempo juntos... — Lluvia tomó el pergamino y lo examinó antes de tendérselo a Zafire — ¿Y usted, señorita? ¿Qué secretos ocultan esos hermosos ojos verdes?

Zafire aún no había hablado y de hecho seguía distraída. Sus ojos vagaban por la linde del camino mientras deslizaba la yema de los dedos por sus brazos, como si estuviera dibujando. Tenía el pelo largo y castaño trenzado con flores, y pequeñas ramas que le nacían del pecho y le subían bordeando las facciones del rostro como pequeñas enredaderas que crecían incustrustadas la piel. Su aspecto era insólito y aún así nadie le había preguntado nada, nadie había cuestionado su presencia en lo que parecía ser un grupo de personas corrientes, pero Lluvia había hecho una pregunta que se le había metido muy dentro y que ahora le agarrotaba la garganta.

— Una vez. Hace un tiempo — respondió con un hilo de voz seca —. A mi padre. Con mis propias manos.
— Vaya, lo... lo siento mucho. No pretendía...
— No te preocupes, muchacha — interrumpió el humano, alzando la mano y girándola hacia atrás para mostrar su palma al resto—. La verdad es que todos tenemos pecados por los que redimirnos, ¿cierto? ¿No es por eso por lo que estamos aquí?

Su mano estaba cubierta de ceniza y cicatrices como las que suele dejar el fuego que no tiene un origen natural, comunes en usuarios de magia negra. De forma instintiva Lluvia posó los dedos sobre su maletín y acarició los arañazos premeditados que cubrían su superficie allí donde hubo otros nombres; y el orfebre tomó con recelo uno de los pocos anillos de oro que adornaban su barba. En las manos de Zafire se enredaba un manojo de zuzón seco que hizo rodar entre los dedos, un conocido veneno que mostró sin tapujos al resto. A cambio de su sinceridad recibió un silencio cómplice y miradas compasivas.

Sin embargo aquel veneno nunca había sido usado y la vida de su padre nunca fue puesta en peligro. La verdad es que en el corazón de Zafire no había ningún pecado, tan solo un millón de mentiras. Sonrió para sus adentros, satisfecha, mientras escondía de nuevo el manojo de hierbas. Siempre le habían dicho que era muy buena actriz.




33-Escribe un relato que incluya la última palabra del diccionario: zuzón.

¡Buenos días! Os dejo el reto de esta semana por aquí, aunque he de decir que no estoy muy contenta con el resultado. La verdad es que durante toda esta semana he estado muy estresada y además he invertido mucho tiempo en escribir otro relato para un concurso, así que este texto ha salido más a la desesperada que a otra cosa.

Como este reto era de tema libre aproveché para desarrollar una idea de un personaje de rol, Zafire, pero poco más. Además, como el reto era muy fácil pensé en ponérmelo algo más complicado y empezar el relato con la letra A y acabarlo con la Z. ¿Os habíais dado cuenta? Es una tontería, pero tuve que pensar muy bien qué palabra quería usar y también el orden de la frase para que no quedara demasiado raro. 

Por cierto, resulta que zuzón (y su nombre más común, hierba cana) se puede aplicar a dos plantas distintas. La verdad es que había visto ambas anteriormente, pero nunca había pensado en su nombre. En fin, al menos he aprendido algo nuevo.

¡Hasta la semana que viene! Y a ver si el siguiente relato es un poco mejor...

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

8/06/2020

La bruja de Sanabria

El valle había amanecido cubierto de niebla, una bruma densa y pesada que se enredaba entre las zarzas secas y se acumulaba en el suelo formando de charcos de humo blanco. Y aún así la mañana transcurría serena, pues incluso con las inclemencias del mal tiempo el mercado de los sábados había permanecido abierto. Viajeros y comerciantes se arremolinaban en la pequeña plaza para exponer sus mercancías en tenderetes improvisados: los más lujosos tenían una pequeña estructura de madera con techo de paño, otros usaban repisas instaladas en el lateral de su carro de caballos, y los más humildes paseaban por la plaza ofreciendo sus productos en una cesta de mimbre. Todo era normal excepto la pegajosa humedad en el ambiente, la extraña niebla que no había dejado rocío sobre las flores.

Con los mercaderes también suelen llegar individuos peculiares, forasteros en busca de aventuras o almas errantes mendigando caridad, así que la visión de aquella mujer no despertó curiosidad alguna. Parecía un fantasma de piel morena, con el rostro arrugado y el cabello castaño, y caminaba arrastrando sus ropajes descoloridos por el barro. Ninguna mirada se posaba en ella y todo vecino pasaba de largo; tan solo su voz cascada y sus afilados ojos oscuros eran capaz de reclamar su existencia.

— Disculpe, buen hombre — anunció ella frente al puesto del comerciante de telas —. ¿Le sobran algunos paños para cubrir mi achacoso cuerpo? Esta humedad se me cala hasta los huesos, y del dolor casi no puedo caminar.
— Vieja mugrienta, márchese — replica el mercader sacudiendo la mano —. ¿No ve que me espanta a la clientela?

La mujer marchó y avanzó al siguiente puesto, una vendedora errante que llevaba en su carro vinos de distintas procedencias. A su alrededor se agrupaban los aldeanos con vasijas vacías, intercambiando monedas de plata por vino recién escanciado.

— Perdona, buena mujer — llamó ella, posando sus manos huesudas sobre la madera oscura —. Hace semanas que no bebo más que del barro y de charcas estancadas, ¿haría el favor de saciar mi sed con su vino más humilde?
— Lo siento mucho, anciana — responde la dama con gesto titubeante —, pero el vino es costoso y no lo puedo desperdiciar. Beba usted del abrevadero, allá donde esperan mis caballos.

La mujer caminó entonces hacia donde le indicaban, junto al lodo y el ganado, pero antes de llegar una chiquilla le interrumpió el paso. La había visto antes en la plaza, portando un cesto de caña trenzada que había equilibrado con cuidado sobre su cabeza.

— Señorita, tome usted un poco —. La niña inclinó el cesto y dejó ver varios bollos de pan blando, con hierbas y semillas en su superficie —. Están deliciosos, y seguro que tras su largo viaje le viene bien comer.
— Eres un encanto, criatura — la mujer sonrió dejando al descubierto dientes torcidos y de un brillo extraño—. ¿Por qué eres tan bondadosa?
— Mis padres me enseñaron a ser amable, señorita. Somos gente humilde y entendemos los tormentos del hambre y la sed.
— Entonces, dulce niña, escucha bien —. La mujer se inclinó sobre su oído y le sujetó el rostro con sus manos ásperas —. Tú y tus padres, marchad del pueblo antes de que caiga el sol.

Y entonces colgó en su cuello un amuleto de madera que tenía tallado un símbolo de herradura. La niña lo sujetó con manos temblorosas.

— Confía en mí, pequeña. Esto te traerá suerte allá donde vayas, y hallaréis la riqueza donde sea que queráis asentaros.
— Está bien, marcharemos temprano. Repartiré mis panes entre los vecinos y partiremos antes del ocaso.

La mujer sonrió satisfecha y desapareció del pueblo, sin beber agua y sin llevarse el pan que le ofrecieron, caminando con pasos que no dejaron huella alguna. A la mañana siguiente el pueblo desapareció bajo las aguas, pues una gran tormenta de pronto había colmado el valle. Pocos testimonios quedan de aquellos que saben del pueblo que allí existió, pues ahora todos lo conocen como el lago de Sanabria.



32-Haz una historia ambientada en el entorno rural de un pueblo de Castilla. Recoge alguna de sus leyendas e intégralas.

¡Hola! Menuda metedura de pata tuve con este relato al principio de semana. Leí el reto demasiado rápido y me emocioné con lo de leyendas castellanas, así que me puse a hilar una historia ambientada en Ávila, porque estuve viviendo allí durante varios años y conozco bien la ciudad. Ávila tiene muchas leyendas, sobre todo relacionadas con su muralla, con su catedral o con la figura de Santa Teresa... y me disponía a escribir cuando leí el reto de nuevo: ¡tenía que estar ambientado en un pueblo, no en una ciudad! Así que busqué por internet la primera leyenda que encontré y me puse a improvisar.

No conocía la leyenda del Lago de Sanabria, pero se cuenta que bajo sus aguas hay un pueblo sumergido por su egoísmo. La historia me parecía perfecta para escribirlo como moraleja, así que tomé la base y creé el personaje de la bruja. Aún así entiendo que está poco inspirado... me hubiera gustado encontrar una leyenda más oculta y darle algunas vueltas más. Si tan solo no hubiera perdido el tiempo en crear otra historia... ¿creeis que debería escribirla de todas formas? A lo mejor la aprovecho para el próximo reto.

En fin, ¿qué os ha parecido? ¿Conocíais alguna leyenda de Castilla? ¿Habéis visitado la zona? A mí me gusta la zona sur de Castilla, hay muchísimas montañas y por tanto muchas rutas de senderismo... y seguro que muchas leyendas por descubrir.

¡Un saludo y hasta la próxima!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

P.D: ¡He cambiado mi cuenta de twitter! Ahora existe una cuenta especial para el blog, sin memes y sin cosas personales, que la tengo única y exclusivamente para difundir arte y relatos. ¡Dadme follow si os interesa! La tenéis en la barra lateral, tan solo hay que pulsar el botón de twitter.