7/29/2020

Impecable

La madrugada del aquel domingo se había manchado por la muerte. Victoria se tomó el café a sorbos rápidos durante el trayecto, distrayéndose con el repicar de la lluvia en las ventanas del coche y desperezando los restos de somnoliencia que aún tenía enganchados en el cuerpo. En su cabeza se repetía la llamada que la había despertado media hora antes, que incluso distorsionada por el cansancio y los nervios del inspector era capaz de recordar con afilada precisión. Un asesinato en la pedanía; nada menos que la alcaldesa había aparecido muerta en su apartamento. Victoria se preguntaba qué tendría que hacer allí. Mucha gente muere a todas horas, y algunos de ellos son asesinados, pero casi siempre son altercados domésticos o ajustes de cuentas con un claro culpable. Pero esta vez tenía que ser algo especial. Si no, no la hubieran llamado.

- Señorita - interrumpió la taxista de pronto -, me temo que tengo que dejarla aquí. Han cortado la carretera.

La cinta policial se enredaba entre vallas amarillas, atravesando la carretera de lado a lado y cortando el tráfico. Pero la acera seguía abierta y varios peatones se alejaban desconfiados de lo que parecía ser un cúmulo de ambulancias y coches de policía. Otros se asomaban desde los balcones -una mujer en camisón con la boca entreabierta de asombro, un chaval inclinándose sobre la barandilla para grabar mejor la escena- y otros caminaban con disimulo alrededor de las vallas, azuzados por la curiosidad. Victoria pagó rápidamente y se bajó del taxi. No había cogido un paraguas y la lluvia empezó a calarle la ropa sin miramientos, así que aceleró entre la multitud para atravesar cuanto antes el perímetro. A su lado pasó un hombre con el pelo cenizo y el bigote oscuro caminando en dirección contraria, enfundado en una gabardina color crema que le quedaba demasiado pequeña. En ese momento le envidió. Cuando llegó al portal tenía el jersey completamente empapado.

- Detective, me alegro de que haya podido venir tan pronto -. El inspector le estrechó la mano con firmeza pero sin mirarle a los ojos: su mirada se deslizaba inquieta por las inmediaciones -. Es por aquí.

«Así me gusta, sin formalismos», pensó Victoria mientras subía las escaleras tras el inspector. Tamborileó los dedos sobre el vaso de café vacío preguntándose qué hacer con él, y fijándose también en las huellas de barro que dejaban sus botas. Al parecer era la única que había ignorado el felpudo en la entrada, porque las escaleras parecían impecables.

La escena en el apartamento era... cotidiana, al menos para una detective como ella. Una mujer vestía un pijama ensangrentado y llevaba el pelo revuelto, desplomada en el pasillo como una muñeca olvidada y con una clara herida de bala en la frente. Victoria caminó alrededor del cuerpo con cuidado, examinando las pruebas marcadas. Nada le pareció extraño.

- ¿Y bien? ¿Qué tenéis?
- Tiene una lesión menor en el hombro y hay una marca de bala en la pared. Los forenses dicen que la herida mortal fue la segunda, que el asesino asestó en la frente para terminar el trabajo. No han robado nada.
- ¿Testigos? ¿Imágenes?
- La vecina de enfrente escuchó un grito y dos disparos, fue la que llamó a la policía. Pero no tenemos nada más. El conserje terminó su turno a las ocho, y no hay cámaras de seguridad en el edificio. Tampoco hay llamadas recientes en el telefonillo.

Victoria se cruzó de brazos, insatisfecha.

- Es la alcaldesa. Está claro que existen intereses políticos, así que alguien mandó a un sicario para quitársela del medio. Ya está. ¿Por qué me habéis llamado?
- No es tan simple - el inspector contuvo una sonrisa inapropiada -. Cuando llegamos, la puerta estaba cerrada con llave.
- Entonces entró por la ventana. O ha sido algún familiar, alguna pareja despechada...
- ¿Por un noveno piso? Imposible. Además, la alcaldesa no tenía ninguna relación conocida. Sus familiares se encuentran en el extranjero y ella era la única propietaria de la residencia. No hay más llaves que la suya.
- ¿Una habitación cerrada? Ya entiendo. Así es más interesante. 

Regresó junto al inspector con cuidado de no pisar el charco de sangre aún fresca, no sin antes inclinarse sobre el cuerpo una última vez.

- Ha sangrado mucho.
- El primer disparo le acertó en la vena subclavia izquierda, así que se desangró rápido. El asesino no debía tener mucho conocimiento de anatomía y se dejó llevar por el pánico. Por eso hubo un segundo disparo.
- Y tuvo que mancharse mucho, ¿no crees? Mira las manchas del suelo, debería haber bastante más sangre.

El inspector dio un paso atrás y entrecerró los ojos, siguiendo el dedo de Victoria sobre la alfombra. Si se miraba con cuidado se apreciaba una región del tejido que estaba limpia, mientras que a su alrededor se acumulaban pequeñas gotas de sangre.

- Bien visto. Pero no hemos encontrado a nadie ensangrentado dando vueltas por ahí.
-. Es demasiado tarde - Victoria se frotó los ojos mientras caminaba pasillo abajo, regresando a la entrada -. Necesitamos una patrulla en la zona, aunque no creo que sirva de mucho. Es más importante que revisemos los últimos contactos de la víctima, si denunció la pérdida de sus llaves en algún momento, o si tenía algún amante que...

Se detuvo junto al recibidor. Allí, en el cuenco, se encontraba el supuesto único juego de llaves de la casa. A su lado una cartera de piel con un billete de cincuenta euros sobresaliendo de la solapa y un par de pendientes de oro y topacio. Nadie había tocado nada. La alcaldesa abrió la puerta, dejando las llaves de nuevo en el cuenco y dejando pasar sin más a su asesino. Es decir, se conocían. Luego él cerró al salir, ¿por qué? ¿De dónde había sacado otras llaves? Entonces se fijó en el perchero junto a la puerta, del que colgaban bufandas de colores y pañuelos de seda. En el suelo, enredado entre sus patas, se había caído un cinturón de tela clara.

- Inspector - Victoria alzó la voz, aspirando el aire entre los dientes - La vecina que nos ha llamado, ¿sigue despierta? ¿Le podéis preguntar si conoce al conserje? Y que nos lo describa, por favor.

El inspector asintió intrigado y tomó su teléfono. Mientras hablaba Victoria se asomó al rellano y lo observó: suelos impolutos y brillantes, a excepción de las marcas de sus propias botas y las del inspector. Llevaba lloviendo toda la tarde pero el asesino no había dejado huellas.

- Muchas gracias, le iremos informando - el inspector regresó justo cuando colgaba el teléfono -. Dice que es un hombre mayor, de pelo canoso y con bigote, algo rollizo...
- Llama a todas las unidades, que lo busquen por las cercanías. Lleva una gabardina color claro y las ropas de debajo estarán marchadas de sangre. Eso será suficiente para detenerlo. Localizad también su domicilio y registradlo antes de que alguien elimine las pruebas.
- S-sí claro, ¿pero cómo...? ¿Victoria? ¿A dónde vas? Aún no hemos terminado.

La detective ya había empezado a descender las escaleras, pero se detuvo en los primeros escalones. Luego dejó la taza de café en el suelo y resopló, con la mirada apagada completamente fija en el inspector.

- Me voy a dormir. Ya os he resuelto el caso. Y es la última vez que te salvo el culo, Inspector Serra -. Se giró y comenzó a bajar las escaleras, mascullando entre dientes-. Menudo imbécil, mira que desalojar la zona sin mirar, y mientras tanto ese cabrón dando vueltas con la gabardina de la alcaldesa. Si es que no se puede ser más gilipollas...




31-Escribe un relato con una gabardina como arma de Chéjov.

¡Buenos días! Por fin estoy volviendo a la costumbre de publicar estos relatos a principios de semana, ¡así tengo tiempo para escribir en otros proyectos! Además ya he empezado a estudiar para mis exámenes, aunque por ahora me lo estoy tomando con calma. Menudo verano más corto...

No tengo mucho que decir sobre este relato, pero una curiosidad: lo escribí en su totalidad anoche, en aproximadamente hora y media. ¿Os parece un logro o algo completamente ordinario? Sé que la mayoría de escritores en la industria escriben miles de palabras al día, pero yo estoy acostumbrada a sesiones menos "eficientes" y a tener que pelearme con el teclado para sacar unas míseras 100 palabras en una mala noche. ¡Pero esta vez he conseguido escribir mucho más! Creo que la diferencia ha sido que, al ser un relato de misterio, he tenido que dedicarle un día entero tan solo para planear las escenas. Cuando lo tengo todo esquematizado y sé cómo termina, ¡escribo mucho más rápido!

En fin, ¿qué os ha parecido? ¿Habíais adivinado quién era el asesino antes de que Victoria lo dijera? Es la primera vez que escribo misterio, y es que a pesar ser uno de mis géneros favoritos me cuesta un montón crear intriga y tramas enrevesadas. Aún así me sé todas las normas de una buena novela de misterio, ¿conocíais el decálogo de Knox? ¿Cual es vuestra historia de misterio favorita? Porque yo me conozco unas cuantas...

¡Hasta la semana que viene!

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7/21/2020

Verdugo

El sol de la mañana me despierta implacable, una fina rendija de luz que acierta en brillar directamente sobre mis ojos. Las persianas, anoche se me olvidó echar las persianas, y ahora me toca lidiar con las consecuencias de este despiste. Son tan solo las diez de la mañana y la temperatura en este roñoso cuarto ya comienza a ser insoportable. Intento paliarlo abriendo las ventanas, pero lo único que recibo es una bocanada de aire caliente. Las vuelvo a cerrar y bajo las persianas. No importa, me daré una ducha y pondré un rato el ventilador. Con eso debería bastar.

Camino perezosamente al baño, arrastrando los pies descalzos por un pasillo lleno de polvo y pelusas. Aquí nunca llega la luz del sol, y al ser un lugar de paso la decoración es frívola y escasa. Solo hay un cuadro en la pared que juraría que ya venía con la casa; como el resto de los muebles, la vajilla y la ropa de cama. A veces me sorprende lo poco de mí que hay en este piso.

Y el baño es más de lo mismo, gel familiar del supermercado y toallas que debería echar a lavar más a menudo. Hoy me ducho con agua fría, despegando el pegajoso sudor de mi cuerpo, y aunque ahora me resulta agradable tampoco es como si tuviera otra opción. La bombona se acabó hace una semana y el butanero hace tiempo que no aparece por el barrio. Un día de estos debería pasarme por la gasolinera. Quizás mañana.

Al que hace mucho que no veo, o más bien que no oigo, es al afilador. Y mira que durante unos meses hizo un montón de negocio por la zona, pero supongo que ya no le interesa. Es una pena, ¿verdad? La de oficios que se pierden en estos tiempos. ¿Qué será lo próximo en desaparecer? ¿Los cerrajeros, los conserjes, la policía? La tecnología poco a poco se lleva todo lo que nos hace ser humanos. Es una pena, pienso, mientras me deslizo hacia la cocina y empiezo a cerrar las bolsas de basura. Eso sí, no dudaría ni un momento en dejar que esta tarea la hiciera un robot o algo de eso. Supongo que eso me convierte en alguien hipócrita.

Pero aquí no hay robots ni mayordomos, así que me toca bajar la basura en chanclas y pijama. Tomo uno de los cuchillos de la encimera y pienso en lo útil que sería si estuviera bien afilado. Bajo las escaleras con la bolsa en una mano y el cuchillo en la otra, haciéndolo repiquetear por la barandilla sin mayor inquietud. Con algo me tengo que entretener mientras bajo. Vivo en un quinto sin ascensor.

Cuando llego a la calle me recibe la flama del mediodía, el olor a humo y a basura. Camino con cuidado de no pisar los cristales rotos. Aquí al lado, acurrucada en el portal, una mujer llora con su hijo muerto en brazos. Ha dejado un reguero de sangre en la acera. Qué mal está todo últimamente, pienso mientras lanzo la bolsa de basura al contenedor más cercano. Ya no limpian por el barrio, y durante la revuelta de anoche se ha roto la vidriera del rellano. ¿A quién tendré que llamar para que lo arreglen? ¿Podrá acercarse el cristalero al repararlo?

La mujer murmura algo que no me esfuerzo en entender, pero calla de inmediato al ver el reflejo plateado del cuchillo en mi mano. Ves, ya sabía yo que alguna utilidad tendría, por poco afilado que esté. Vuelvo al portal y cierro la puerta a mi paso, sacudiendo las zapatillas en el felpudo y pensando, siempre pensando. Subo las escaleras muy despacio, casi con pereza, deslizando con suavidad el cuchillo por la barandilla. "¡Verdugo, asesino!", escucho gritar desde la calle. Y yo que tan solo bajaba a tirar la basura. Si es que esta gente se queja por vicio...



30-Utiliza las palabras “bombona”, “afilador” y “revuelta” en tu relato.

¡Estoy en racha! Cómo se nota que ya no tengo que estudiar y que estoy más relajada, porque he sido capaz de escribir esto en tan solo dos días... ¡Y estoy bastante contenta con el resultado! No es lo mejor que he hecho, pero sí que estoy bastante conforme.

¿Qué os ha parecido? ¿Un poco confuso? La verdad es que la inspiración de este relato es muy específica: La escena undécima de Luces De Bohemia, de Valle-Inclán. Si la habéis leído -es lectura obligatoria en institutos, así que más os vale- seguro que sois capaces de ubicar la escena. Le tengo especial cariño a ese fragmento por el mensaje tan potente que lleva, una crítica social muy cruda sobre cómo afectan los conflictos sociales dependiendo de la clase económica. Eso es lo que he intentado replicar en el relato.

Por otra parte "bombona" y "afilador" me daban un aire costumbrista y de típica mañana andaluza, así que de ahí he sacado el resto de la inspiración. Podría haber hecho algo más original y trastear un poco más con estas tres palabras... ¡pero es que lo tenía muy claro desde el principio! Este es mi pequeño homenaje a Valle-Inclán, y espero que os guste.

¡Un saludo y hasta la próxima! Como he acabado el relato de esta semana tan pronto, quizá me ponga a preparar el siguiente o a enviar algún relato a concurso... quién sabe. ¡Disfrutad del verano!

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7/18/2020

Omertà

El sonido de dos respiraciones es lo único que enturbia el silencio. La primera es lenta y pausada, profunda a ratos; como aquel que suspira al pensar o cuando se encuentra impaciente. La acompaña un sordo repiqueteo de dedos sobre la mesa que casi no se escucha pero cuya vibración se difumina en el ambiente. Denota calma fría y control, pero también una velada inquietud. Es la respiración de alguien que espera, de alguien que reflexiona.

La otra, en cambio, es acelerada y jadeante, humedecida por la salivación excesiva y sangre en las comisuras. Es furiosa y dolorida, la ansiedad que acompaña al miedo; pero en cierto modo también resulta desafiante. Algo en su respiración ruega seguir viviendo -prácticamente lo exige- y alberga esperanzas de que todo sea un mal sueño. En el fondo es la respiración de alguien que sabe que aún tiene el control, y que se enfrenta a las consecuencias de tenerlo.

El tercer sonido brota de pronto, un tono de llamada estándar que surge entre los dos hombres. Uno de ellos, el que se encuentra atado y herido al otro lado de la mesa, da un respingo y se retuerce en su asiento intentando ocultar la chispa de terror en sus ojos. El otro, en cambio, sonríe mientras alcanza el teléfono, y tras considerarlo unos instantes decide ponerlo en altavoz. No es como si su acompañante pudiera hablar tras la mordaza.

- ¿Qué has encontrado?

Silencio. El hombre se muerde el labio inferior y le da un par de toquecitos a la mesa, inclinándose sobre la pantalla del móvil. Durante unos instantes solo se escucha ruido estático de fondo y una especie de respiración entrecortada.

- S-sí, hola - responde al fin una voz insegura -. Perdón por tardar tanto, yo...
- Eso me da igual, Matías. Dime si has encontrado algo.
- He... tenido algunos problemas - la voz se detiene un momento para tragar saliva -. Pero estoy aquí. En la casa. He encontrado la caja.
- ¿Y bien?

El hombre sonríe ferozmente, mostrando los colmillos y clavando la mirada en su víctima. Ambos tiemblan con la misma expectación, pero alimentada por emociones opuestas.

- Los documentos... están aquí. Y el dinero también. Está todo aquí, Ally.

Victoria. El hombre suelta una carcajada y le asesta un puñetazo a la mesa de la emoción. Ni siquiera se preocupa en echarle un vistazo a su rehén -aunque escucha cómo se remueve en su silla, como lucha por gritar a través de la mordaza- mientras recoge el móvil de la mesa y se lo acerca a los labios.

- Muy bien, Matías. Ahora tienes que quemarlo todo. ¿Lo sabes, no? ¿Ya lo has hecho? Me da igual que haya niños en la casa, Matías, esto es lo que ocurre cuando se meten con nosotros. ¿Has escuchado eso, capullo?

Alza la mirada para fijarse en su víctima y regodearse en su dolor, pero algo falla. Ya no observa con ojos llorosos y respiración agitada, ya no es una sombra que se encoge de miedo: ahora ríe. Una sonrisa distorsionada que surge tras la venda. Ally susurra con voz temblorosa.

- ¿Matías? ¿Qué ocurre?
- Yo... yo intenté avisarte - el ruido blanco se incrementa, y surgen murmullos de fondo -. La policía me estaba esperando en la casa. No he tenido más remedio, Ally, yo...

El hombre toma el teléfono y lo lanza contra la pared, desmoronándolo en pequeños pedazos. Ahora solo dos sonidos perturban el ambiente: una risa enmudecida por la tela, una carcajada de un hombre que ya no tiene miedo a la muerte; y una respiración temblorosa del que lo ha ganado de pronto.

Un tercer sonido se desata. Disparos en el exterior de la sala, pasos acelerados, golpes en la puerta. Los han encontrado.



29-Haz una historia sobre una llamada que sale muy mal.

¡Tachán! ¡He podido regresar al ritmo de siempre! Os presento el (ahora sí) relato de esta semana, el reto número 29. ¿Qué os ha parecido? A mí me ha gustado más que los dos anteriores y creo que me ha quedado algo mejor que los otros, pero aún me estoy recuperando del bajón de las últimas semanas... Aun así me alegro de haber podido subir algo a tiempo y que me deja más o menos conforme.

¿Creeis que cumplo con el reto? Es decir, la llamada en sí sale mal para nuestro protagonista... ¡pero bien para nuestra víctima! ¿Qué creeis que ocurrió entre estos dos? ¿Quién será el verdadero villano? Ally (o Alistair) es un personaje que utilizo a menudo en partidas de rol debido a su conexión con la mafia y el mundo del crimen, pero que tiene una personalidad muy opuesta a lo que os podríais imaginar. Durante muchos años fue mi personaje favorito, ¡algún día os hablaré más de él!

En fin, casi no voy a tener descanso entre reto y reto... estas últimas semanas se me han pasado demasiado rápido. Es lo que tiene el verano, ¿no creéis? A mi se me hace muy corto.

¡Un saludo y hasta la semana que viene!

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7/14/2020

De Riazor a La Caleta

«Adoro la forma en que la luz del sol se filtra entre sus rizos, dispersando sombras en su cabello encrespado y formando filigranas borrosas en la arena. Su figura se recorta contra el cielo y aún así ella brilla más que el propio atardecer, como si el ocaso fuera un ornamento que enmarca su sonrisa. El cielo dorado, el océano con su suave contoneo; ella baila en el centro de un cuadro que...»

- ¡Ostia, el vestido!

Sonia sale del agua de puntillas y con gesto exagerado de disgusto, remangándose furiosa el dobladillo del vestido. Se acerca a la sombrilla atizándole suaves patadas a la arena, así que como precaución cierro la libreta y dejo de escribir.

- ¿No te querías bañar? - pregunto mientras extiendo la otra toalla.
- Es que el agua está mu' fría.

Se sienta a mi lado y entierra los pies mojados en la arena, usando las manos para cubrirlos por completo. Luego, pienso, se quejará de llenarse de tierra las sandalias, y llegaremos a casa llevándonos con nosotras más playa de la que pretendíamos. Irá corriendo al aseo sin sacudirse los zapatos, riendo como si fuera parte de una travesura, y cantará en ducha mientras yo espero fuera. Mientras yo escucho su canción.

Y es que también adoro su voz. Es clara y profunda, como si siempre surgiera del pecho; tiene una voz que hace que todos se giren al oirla pasar. Me encanta su acento, cálido y lleno de vida, me encantan sus eses aspiradas y su arbitrario ceceo. De vez en cuando decide imitar el mío -es que parece que hablas cantando, es que tus equis suenan muy raras- y me llena al mismo tiempo de ternura y de vergüenza. Adoro la forma en la que pronuncia mi nombre, cada vez que lo susurra en mi oído...

- Illa qué te pasa, que estás empaná - Sonia chasquea los dedos frente a mis ojos y me saca del trance, sonriendo con picardía -. ¿Nos vamos ya o qué?
- ¿En serio? ¿Para esto bajamos a la playa?
- Es que creí que iba a ser otra cosa, ya sabes - levanta una mano y empieza a enumerar con los dedos -: solecito, tortillita, cocacola, mi novia en bikini...
- Hace demasiado frío para eso - replico con las mejillas sonrojadas -. Ya te dije que las playas de Galiza no son como las del sur.
- Ya lo veo, ya. Pues la semana que viene ya sabes lo que toca, ¿no? Y te pones protector solar, que si no te me quemas.

Sonia se incorpora y se sacude como puede la arena de las piernas. Yo la sigo, distraída por su piel morena y por su pelo encrespado. ¿Cómo es posible que esté tan guapa incluso con el viento azotándole en el rostro, con el ceño fruncido de cansancio? Doblo la toalla y juntas abandonamos la playa: ella descalza hasta el último momento y quejándose de la dureza de la arena, y yo riéndo y pensando en el largo viaje de bus que nos espera. Pero sobre todo pensando en ella.

- Y dime, ¿cuando estemos en Cádiz me dejarás escribir?
- Claro que sí, corazón - susurra en mi oído para luego deslizar sus labios por mi cuello, provocándome un escalofrío - Pero primero, un bañito.



28-Tus protagonistas son de dos regiones alejadas entre sí. Refleja su acento creando la voz de tus personajes de manera verosímil.

Ay dios, ¡lo siento muchísimo! Sé que este es el reto de la semana pasada y me da rabia llegar tan tarde... ¡pero es que he tenido una semana muy complicada! Para empezar tuve el jueves un examen (así que no pude escribir hasta entonces, porque estaba estudiando), luego el examen me salió fatal y no tenía ganas de nada, así que usé el fin de semana para relajarme y estar con mis amigos... total, ¡que casi no escribí en toda la semana! He acabado este relato deprisa y corriendo y ahora mismo me pongo con el reto 29, a ver si vuelvo al ritmo de siempre.

Este es un relato cortito y que resume un poco mis sentimientos del fin de semana: "quiero playa y estoy ñoña". Me ha costado un poco decidir el tema, pero pensé que podría intentar escribir personajes con los dos acentos que mejor conozco, el gallego y el andaluz. ¿Creéis que me ha quedado bien? Yo no estoy del todo contenta, creo que mostrar acentos en texto es muy complicado y me daba algo de grima "forzar" el acento andaluz. El gallego... casi que ni se lee. En fin, se hace lo que se puede.

Y a vosotros, ¿qué playas os gustan más? ¿Las del Sur o las del Norte? Yo he vivido en ambas y son muy distintas, así que en realidad no hay ninguna que prefiera más. Aunque con tantos años viviendo en Andalucía ya se me antoja un bañito na Costa da Morte...

¡Un saludo y hasta el próximo relato! Que si hago bien mi trabajo, debería ser en muy pocos días.

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7/03/2020

Sedentario

¿A dónde van las horas que se pierden? ¿A dónde marchan sus segundos rotos? Son como migajas que se sacuden del mantel, poco más que un festín para las ratas; pero aquí siento que no son sobras las que se desperdigan por el suelo. Son banquetes enteros. Días festivos, horas extra, veinte minutos para el almuerzo y cada segundo en que pierdo la mirada: todo es tiempo que se escapa y que sé que no volverá. ¿Dónde queda todo ese tiempo? ¿También se lo comen las ratas?

¿Cómo es posible que en este mundo de suma cero haya algo que no se puede ganar, que solo puede perderse más despacio? ¿Dónde hallo justicia en un universo que no tiene balanza? En esta oficina el tiempo parece que no avanza, y aún con todo no sé qué pensar. ¿Acaso no gano momentos si estos se alargan más y más? ¿O lo único que obtengo es una pérdida prolongada?

Las agujas del reloj se sacuden suavemente, y mis ojos se deslizan por la sala buscando algo que observar, cualquier cosa que me rescate de la monotonía del trabajo. La luz que se filtra por la persianas es gris y moribunda -sé que fuera está lloviendo, sé que frío mece los árboles- pero ni siquiera atisbo a ver el cielo desde aquí. El cubículo no está compuesto por paredes completas pero ellas solas bastan para separarme del resto de vida. Solo escucho el suave rasgar de los bolígrafos y repiqueteo de teclas: arrítmico, sordo e incoherente; un suave susurro que chirría en mi mente y consume el aire a su alrededor.

De vez en cuando la pantalla cambia a negro y me devuelve un reflejo que no reconozco, ojeras que no recuerdo y mejillas hundidas que envejecen mi rostro. ¿Es esto lo que deseaba cuando era pequeño? ¿Dejarme la vida en tránsitos y ascensores, entregar mis esfuerzos a la bolsa de un dueño? Es como si solo existiera para sobrevivir, para mantenerme despierto y en pie en un mundo que no me merezco.

Nadie me obliga a seguir viviendo, pero sigo aquí. Quizá es pereza o quizá osadía, porque albergo esperanza y no quiero marchar. Quizá llegue el día en que añore este sitio, sus muertos relojes y sus horas perdidas; y recuerde en nostalgia sus ásperas teclas y rotos segundos. Quizá sobreviva un poquito más, latiendo y dejando que el mundo me arrastre, admirando el paisaje de espiral decadente y quizá, algún día, me gane una vida que acabar satisfecho.

Hasta entonces solo puedo escribir.



27-Escribe un relato que tenga lugar en una oficina muy muy aburrida.

¡Buenas noches! Hoy os traigo el reto número 27, un relato facilito y... perezoso, la verdad. Tengo mi último examen la semana que viene y ahora mismo tengo la cabeza llena de transformadas y ecuaciones diferenciales, con que casi no queda espacio para hacer un relato con una historia decente... ¡Lo siento mucho!

He querido abordar un poquito el tema del "artista frustado", esa imagen que nos venden de un pobre oficinista al que han cortado las alas y que no disfruta en su aburrido trabajo... Y aunque este relato parezca pesimista (porque no niego que tiene que ser bastante aburrido) quería arrojar un poquito de esperanza. Creo que se idealiza demasiado la figura del artista que abandona su vida y vive en una buhardilla de París, escribe poemas a la luz de las farolas y se gana la vida mendigando cafés... ¡Y es que no hay nada de malo en tener un trabajo aburrido! Puedes ganarte el pan por un lado y aprovechar esos "segundos rotos" que te quedan para dedicarte al arte. A estas alturas, ¡cualquier persona que te cruzas por la calle puede ser un verdadero artista! Incluso el aburrido oficinista que duerme la siesta en el metro. Me parece un pensamiento bonito.

La verdad es que con la universidad he llegado a sentirme así muchas veces... ¡Así que aquí sigo! Hasta que alcance una vida que me llene por completo, solo me queda escribir. Muchas gracias por leerme y hasta la próxima <3.

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P.D: Jeje, ¿os gusta mi nuevo nombre? Espero que no os haya despistado mucho el cambio tan repentino de identidad, ¡soy la misma de siempre! Resulta que a este reino lo reinaba un gato... 

7/02/2020

Cambio de nombre

¡Hola! Un post rápido para informaros de que he cambiado el nombre y url del blog. Antes era Palacio de Plata, y ahora (como podéis ver) es Un gato condensado.

Los motivos de este cambio son variados. Palacio de Plata es un nombre que llevo usando muchísimos años y al que le tengo muchísimo cariño; ser la Reina de Plata es parte de mi identidad y eso es algo de lo que jamás me voy a deshacer... pero creo que este blog va de construir una nueva historia y una nueva persona.

Gato Condensado es un nombre nuevo que a su vez reúne varios antiguos: el mote de Nekoala (porque soy medio gato, medio koala, o al menos eso dicen mis amigos) y Dew, que a día de hoy es lo que considero que es mi verdadero nombre (y que significa rocío o condensación en inglés... un chiste malo, ya véis). Además el concepto de "condensado" hace referencia a la Física, que cómo supongo que sabéis es mi carrera y, a veces, mi vocación.

En resumen, creo que este nombre es más apropiado para la persona que soy ahora, ¡así que espero que os guste! Nos vemos en un nuevo post esta misma semana, un saludo a todos <3