1/30/2020

Bitácora

¡Aviso importante! Este relato es un spin-off/fanfic/Alternative Universe de mi noveleta, Ojo de Buey. ¡Si no has leído Ojo de Buey y tienes intención de hacerlo no leas este relato, ya que contiene spoilers y podría arruinar la experiencia! Este relato está escrito y pensado para gente que ya ha leído Ojo de Buey, así que si no lo has hecho recomiendo que te lo saltes. Si te interesa leer Ojo de Buey haz click aquí.



Griff se despertó por culpa del pitido rítmico y agudo que emitía del panel de control, y con esa ya eran tres las siestas que le habían arruinado en lo que llevaba de semana. Desorientado y molesto, se incorporó y acercó su cabeza a la maraña de botones y cables en busca el origen del sonido, y finalmente decidió pulsar un interruptor al azar. No pasó nada.

Tosió para deshacerse de la voz ronca y gritó, frotándose las sienes.

- ¡Por los dioses, que alguien apague esa cosa!

Una mujer de piel morena y pelo rojizo se acercó corriendo y se inclinó sobre los mandos, tanteando los botones y murmurando para sus adentros. Griff la había visto antes, pero sólo recordaba que era amiga de Hart y la responsable de ingeniería de la nave. Cuando la chica encontró los botones que buscaba los presionó a la vez, y tras un breve chasquido todo quedó en silencio.

- Vaya, que extraño - la mujer aprovechó para revisar el resto de parámetros, deslizando los dedos sobre la pantalla -. Lleva un par de días haciendo ese ruido y justo ayer pensamos que lo habíamos arreglado. Creemos que es un cortocircuito, pero...
- Te he pedido que lo apagues, no que me lo expliques.

La joven le lanzó una mirada iracunda antes de marcharse, indignada, mordiéndose el labio para no replicar. Aun así Griff la escuchó mascullar algo entre dientes justo cuando abandonaba el puente de mando, pero no se preocupó en intentar descifrar qué había dicho. Probablemente no era nada bueno.

Se desperezó y miró a Hart, que se encontraba a su izquierda y permanecía indiferente a toda la situación. Estaba mirando fijamente a la oscuridad que rodeaba la nave, como siempre, quizá esperando que algún destello fugaz lo sacara de la monotonía. Era muy bueno en eso, y ahora que ya no podían usar el sónar todos dependían de Hart para evitar que la nave se estrellara. Tenía la mano suavemente posada sobre los mandos y de vez en cuando cambiaba el rumbo de forma casi imperceptible.

- ¿Cómo vas, chico? ¿Ves algo?
- ¿No lo ves o es que no te funcionan los ojos? - respondió sin apartar la mirada del cristal.

Griff bufó molesto tras echar una ojeada y comprobar que, efectivamente, allí fuera no había nada más que oscuridad. Volvió a centrar su atención en el chico, en el uniforme de explorador desgastado que ahora llevaba una condecoración más. Hart había pasado de ser un chaval prepotente a un adulto más prepotente si cabe, pero Griff creía que la prepotencia era un derecho que se ganaba con la edad. Y Hart, el joven mocoso que había escalado puestos por ser el hijo de la persona adecuada, había terminado por ganarse todo el privilegio que en un principio le fue regalado. Además, a pesar de que todo había cambiado había cosas que, milagrosamente, permanecían inalterables. Y eso le gustaba.

- Sabes, siempre me he preguntado - susurró Griff, con los dedos repiqueteando en el reposabrazos de su asiento - por qué me sigues llamando Capitán.
- No sé - respondió Hart con tono monótono -. Supongo que es la costumbre.
- Ya chico, pero entiende que puede dar lugar a confusión. Al fin y al cabo solo soy un oficial honorario, y yo aquí ni pincho ni corto. ¿Y si ahora empiezan a pedirme que dé yo las órdenes? Con lo cansado que estoy.
- Bueno, pero aquí ya nos conocemos todos. Y de todas formas, cómo era eso... - Hart se pellizcó la barbilla, como rememorando -. "¿Quién es el puto capitán aquí?" ¿No era algo así lo que decías?

Griff rió roncamente mientras se reclinaba en su asiento.

- Ah, serás canalla... sí, el primer día que saliste a la mar. Menudo rebote me cogí.
- Lo que quiero decir, viejo - sonrió Hart, retirando la vista durante un momento del cristal -. Es que aquí todos saben quién soy. No necesitan que se lo recuerde.
- Para bien o para mal, ¿verdad, chico?
- Para bien y para mal.

Se volvió a hacer el silencio entre los dos, pero era cómodo y distendido. Hart se frotó ligeramente los párpados antes de volver a fijar su vista en la oscuridad, y Griff recordó entonces que otra de las chicas, la bajita de pelo claro y ceño eternamente fruncido, estuvo riñendo a Hart ayer precisamente por eso. El chico estaba obcecado en tener al menos dos personas pendientes de la oscuridad, pero la chica... nada, no le salía el nombre, la chica le decía que no era necesario. Al parecer había conseguido desarrollar un sónar como los que usaban antes en los submarinos, pero que sí funcionaba en el mar negro y vacío que ahora navegaban. Hart, sin embargo, no parecía fiarse de él. "El sónar no detecta a los devas", replicó, "y no sabemos si hay más monstruos aquí fuera."

Incluso tuvo que subir el otro chico, el moreno con gafas, a intentar explicar que probablemente no había devas ahí fuera. "Probablemente". Así que Griff estaba de acuerdo con Hart, quizá porque se aferraba a las viejas costumbres o porque de verdad le temía a las bestias que aún no conocían. De todas formas, ¿qué tenía de malo vigilar la oscuridad?

El interfono empezó a sonar, pero Griff seguía dándole vueltas. Esa chica, cómo se llamaba...

- Dime, Elaine - respondió Hart.
- ¡Eso, Elaine! - exclamó Griff, en un tono quizá demasiado exaltado para la situación. Hart le lanzó una mirada extrañada antes de dirigir su atención de nuevo al altavoz.
- Uh, Hart - la voz empezó tras un breve titubeo -. He detectado algo a unos 60 grados a estribor, pero justo se me acaba de salir del radar. Haz el favor de cambiar el rumbo.

Griff pensó que la voz sonaba demasiado exigente. ¿De verdad eran esas formas de dirigirse al capitán de la nave? En sus tiempos habría puesto a esa chica en cintura.

- Hecho - Hart movió ligeramente los mandos y entrecerró los ojos en la dirección que le habían indicado, pero no se veía nada -. ¿Sabes a qué distancia está?
- Hart, ni siquiera sabemos si es un planeta - bufó el interfono -, y necesito que mantengas unos minutos la velocidad constante. Tengo que hacer unos cálculos.

Hart cortó la llamada y suspiró con dramatismo, mascullando algo entre dientes. Inspiró hondo y se giró hacia Griff, y su rostro estaba contorsionado en una sonrisa malévola.

- Eres testigo - susurró, mientras ajustaba con precisión la trayectoria - de que no ha dicho cómo de rápido tenemos que ir.

Una vez tuvo el rumbo fijado encendió los motores principales y el impulso fue tal que durante unos instantes la espalda de Griff quedó pegada a su asiento. La inercia se desvaneció lentamente mientras Hart alcanzaba una velocidad constante. Desde dentro no se notaba la diferencia, ya que las pocas estrellas que se observaban estaban tan lejos que simplemente parecían moverse muy despacio.

Hart se mantuvo en tensión, pendiente de la oscuridad y de la trayectoria, ya que moverse a tal velocidad tenía sus riesgos. Algo sobre fuerzas de impacto y cosas de las que hablaban a menudo los jóvenes. Griff esperó, aburrido, hasta que el interfono volvió a sonar.

- ¿Oficial científica? - respondió Hart con sorna.
- Te voy a matar - replicó la voz, claramente irritada -. Y nada. Tiene pinta de ser un asteroide pequeño.
- ¿Un asteroide? - el chico sonaba decepcionado, pero intentó mantener la compostura -. ¿Y estás segura de que no hay nada? ¿Y la estrella que orbita?
- Si esa piedra está orbitando algo te aseguro que está muy, muy lejos. No merece la pena, Hart. Retoma el rumbo.

La comunicación se cortó de golpe, y Hart deceleró suavemente la nave hasta alcanzar de nuevo la velocidad original. El ambiente se había agriado muy deprisa, y de pronto Hart parecía muy cansado. A pesar de que era joven se le veían las marcas del estrés, los ojos hundidos y las finas arrugas alrededor de los párpados. Pero Griff sabía, por experiencia, que pedirle que se tomara un descanso sería inútil, así que en su lugar optó por seguir con la conversación.

- Hart, ¿por qué haces todo esto?
- ¿Incordiar a Elaine, dices? No sé. Me hace gracia cuando se enfada.
- Diantres chico, no me refiero a eso - replicó Griff, azorado -. Me refiero a todo esto. ¿Por qué no volver a casa y vivir en paz?

Hart no respondió, pero Griff vio cómo se mordía los labios.

- Podrías montar una familia. Gobernar y revivir a nuestro pueblo. No lo creía posible, pero los chicos y tú habéis hecho grandes cosas. Quizá es hora de pasar el testigo.
- No - respondió Hart, en un susurro -. No puedo.
- ¿Por qué no? Nadie te obliga.

Silencio, de nuevo. Griff escogió con cuidado las palabras.

- Sabes chaval, la venganza nunca es buen combustible. Te calienta y alimenta con ferocidad, pero se consume rápido y te deja frío a pocos pasos de caer a la tumba.
- No lo hago por venganza, capitán - Hart sacudió la cabeza y miró a Griff a los ojos -. Lo hago porque soy el único que puede hacerlo.
- Bah, tonterías - Griff sacudió las manos y se hundió aún más en su asiento -. Todo eso son excusas. Lo haces porque te crees el justiciero de la galaxia, porque te crees invencible.

«El salvador de la humanidad», pensó Hart.

Griff se puso la capucha y se la echó sobre la cabeza de forma que le cubriera los ojos, y volvió a acurrucarse en su sillón. Quizá ahora le dejarían dormir.

- ¿Y tú, viejo? - habló Hart de pronto, con un matiz inquieto en su voz -. ¿Por qué has decidido viajar con nosotros?

Griff se tomó unos segundos para reflexionar. Abrió los ojos y se apartó la tela de la cara para observar la tenue oscuridad que les rodeaba, el mar negro asfixiante e infinito.

- Supongo que me aburría.

Escuchó reir suavemente a Hart, así que sonrió complacido. En momentos como este Griff se convencía de que sin su sabiduría y temple esta tripulación de jóvenes alocados habría terminado por naufragar en un planeta baldío. Sin duda, concluyó satisfecho, era el miembro más valioso de la tripulación. Y ahora que había cumplido con su trabajo se merecía un premio.

- Chaval, me voy a dormir.
- De acuerdo.
- Que nadie me despierte, por los dioses, como ese cacharro vuelva a pitar...
- Me aseguraré personalmente de que no vuelva a ocurrir - respondió Hart con tono burlón.
- Y ya verás, chico. Encontraremos a esos cabrones de la OMSG y les haremos pagar por todo.
- Eso espero, capitán.

Con un gruñido de despedida Griff se fue a dormir y Hart volvió a quedar solo en la sala de mando. Se estiró, bebió agua y se frotó los ojos, y cuando estuvo preparado volvió a acomodarse en su asiento y a centrar su vista en la oscuridad. Le seguía pareciendo hermosa, como un océano de vacío con pequeños destellos de luz que lo tapizaban. Le transmitía la misma sensación que el mar, ominosa y profunda, como si todos sus pensamientos callaran de pronto. Pero había una diferencia, ya que aquí fuera también sentía miedo cada vez que contemplaba la oscuridad. Algo le aterrorizaba más que no encontrar a la OMSG, más que ser devorado por dioses exteriores, más que perderse en la infinidad del universo.

Hart temía que, por algún motivo, el universo también estuviera contenido en una burbuja de cristal.



5-Tu relato debe ser space opera y hablar sobre una travesía por diferentes planetas.

Bueno bueno, aquí he cogido el tema un poco por los pelos, ¡pero es que tenía mucha ganas de escribir algo relacionado con Ojo de Buey! Al leer este tema la primera imagen que se me vino a la cabeza fue la de Hart pilotando una nave espacial con Griff de copiloto, así que eso es lo que he escrito.

¿Os ha gustado? Tengo muchos otros proyectos preparados para Ojo de Buey, como ampliar la noveleta (y convertirla, con suerte, en una novela) o adaptarla al formato de Novela Visual. Pero todo eso lo dejo para cuando tenga algo más de tiempo.

¡Estad atentos a nuevas noticias, y nos vemos en el próximo relato!

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1/25/2020

Ratas y ceniza

El sonido de los fuegos artificiales hacía retumbar toda la estancia, incesante, de forma que en cuanto podías pensar que por fin había unos segundos de silencio el cielo volvía a incendiarse de color. Los destellos se filtraban por las ventanas, así que aunque todas las lámparas estaban apagadas se podían diferenciar fácilmente los bordes de los objetos. Zhi Ruo estaba en la terraza mirando al cielo, y los fuegos artificiales también se reflejaban en sus ojos vidriosos. La luz rojiza parecía engancharse en cada arruga y cada marca de la piel, revelando sin tapujos el paso de los años y a la vez enmarcándolo de una belleza extraña y antigua. Toda la escena dejaba ver, en esencia, lo que era Zhi Ruo: una mujer que había vivido lo suficiente como para gozar de una sana sabiduría. 

Hui Yin se inclinó silenciosamente para barrer unas migas que habían caído bajo la mesa.

- ¡Deja eso! - Zhi Ruo la miraba a contraluz, e incluso entre las sombras se apreciaba su ceño fruncido -. Ya lo limpiarás mañana. 
- Pero mamá, atrae a las ratas. 
- Exacto. Y las ratas traen abundancia. 
- A veces pienso que se la llevan. 

Hui Yin suspiró y dejó caer el cepillo justo al lado de las migas, sin deseos de discutir con su madre. En vez de eso se incorporó y se dirigió a la terraza, pequeña pero que podía albergar a dos personas si apartaban trastos y macetas, y se sentó con la espalda contra el marco de la puerta. Hacía frío, como cabría esperar, pero no se podía negar que con los años el clima se había vuelto cada vez más cálido. Hui Yin recordaba estar en esa misma terraza cuando era niña, envuelta en mantas y tiritando, pero ahora sólo necesitaba una fina rebeca para soportar el frío. No sabía si era porque los tiempos cambiaban o porque el tiempo la había cambiado a ella.

Miró a su madre, que bebía vino especiado en silencio. Todo el mundo decía que se parecían y la semejanza era evidente: El mismo pelo castaño oscuro (con un remolino en la parte superior de la cabeza), la nariz redonda y achatada, el hoyuelo de la mejilla derecha. Pero sus personalidades eran completamente opuestas, ya que su madre era una mujer relajada y de sonrisa dulce y ella un torbellino incansable. De nuevo, se preguntaba si serían cosas de la edad.

- Sabes, ya no me preguntas nada durante las cenas - dijo de pronto Hui Yin, con la mirada perdida entre los tablones de madera. 
- ¿Hm? ¿A qué te refieres? 
- Lo has hecho con los demás. Preguntarles cuándo se van a casar, o cómo les va en el trabajo, o si ya están pensando en tener hijos... 

Zhi Ruo la interrumpió con una pequeña risita.

- ¿En serio? Pero si creía que odiabas esas preguntas. A nadie le gustan, de hecho. Es un derecho que se gana con la edad, poder ser todo lo cotilla que quiera - sonrió, malévola, antes de volver a adoptar una expresión amable -. Entonces, ¿qué te preocupa? 
- No lo sé. Me siento desplazada, quizá. Como si ya no te importara qué hago con mi vida. 
- No digas eso, niña - Zhi Ruo le dio una pequeña palmadita en la mano a modo de reproche -. Estoy muy orgullosa de ti, ya lo sabes. Tan solo es que tú ya tienes la vida resuelta. 
- ¿Seguro? - susurró Hui Yin con un hilo de voz -. Porque a veces creo que no sé qué estoy haciendo con ella. 

Un sonido las sorprendió de pronto, el de calcetines arrastrándose por la madera. Li Ling se movía tanteando los muebles con una mano mientras se frotaba los ojos con la otra, y en cuanto las vio en la terraza salió a correr con una sonrisa de oreja a oreja. Hui Yin soltó un grito ahogado.

- ¡Ten cuidado, te vas a tropezar! 
- Lo siento - susurró Li Ling con gesto pícaro, mientras trepaba al regazo de su madre -. No podía dormir con los fuegos artificiales. 
- Es verdad que están durando mucho, sí - respondió Hui Yin, estrechando a la niña entre sus brazos y dándole un tierno beso en la coronilla. Cada vez estaba más mayor, así que tenía que aprovechar antes de que dejara de ser tan cariñosa. 
- Abu - Li Ling se inclinó para darle un pequeño toque en el brazo a Zhi Ruo -. Te deseo un próspero año nuevo. 
- Ah, que maravilloso. Muchas gracias, pequeña Ling. 

Durante un momento se hizo el silencio entre las tres, e incluso los fuegos artificiales parecían haber cesado por unos instantes. La cara de la niña se deformó lentamente en una mueca, al igual que la de su abuela se volvía más y más traviesa.

- Abuela, por favor... 
- Está bien, está bien - Zhi Ruo rió suavemente mientras rebuscaba en sus bolsillos hasta encontrar lo que buscaba, un sobre rojo cuidadosamente doblado -. Aquí tienes, pequeña. Te deseo mucha suerte este año. 

Li Ling le arrebató el sobre de las manos y le dio un beso en la mejilla a las dos mujeres, para después salir corriendo con ojos brillantes. Hui Yin le reprendió mientras se marchaba.

- ¡Niña, tienes que ser más agradecida! - le gritó, antes de girarse de nuevo hacia Zhi Ruo -. ¿Cuanto le has dado? 
- Lo suficiente y nada más. 
- Mamá, recuerda que es tan solo una niña. Solo tiene doce años. 
- Precisamente, nacida en el año de la Rata, igual que este. Así que hay que tener cuidado, este año llamará la atención de demonios y toda clase de males... 
- Por favor, no des malos augurios durante el año nuevo. 

Zhi Ruo sonrió de esa manera que solo hacen las madres cuando miran a sus hijas y ven en ellas un reflejo de sí mismas. Le ofreció vino y ella aceptó sin rechistar, dejándose caer de nuevo contra el quicio de la puerta. Los fuegos artificiales parecían estar calmándose poco a poco, y Hui Yin ya estaba pensando en irse a dormir.

- Entonces, ¿cómo lleva la niña lo de crecer sin un padre? 
- ¡Mamá! - Hui Yin se sobresaltó y la miró con ojos iracundos -. ¿De verdad crees que es apropiado preguntarme eso? 
- ¿No querías preguntas molestas? - Zhi Ruo seguía sonriendo, pero esta vez se veía algo de tristeza en su mirada -. Pero quiero saber que estáis bien sin un hombre en la casa. No solo la pequeña Ling, tú también. 
- Estoy bien, en serio - respondió bruscamente. 
- Si es así, me alegro. 

Se había formado un silencio incómodo, al menos para Hui Yin. Quería decir algo más pero su madre no parecía interesada en seguir la conversación. Zhi Ruo miró al cielo durante unos minutos más, apurando el vino que le quedaba, y finalmente se incorporó.

- Déjame pasar, niña. Creo que me voy a ir dormir ya. 

Hui Yin salió de la terraza para dejar paso a su madre, agarrándole suavemente del brazo para evitar que tropezara con el borde de la puerta corredera. Zhi Ruo posó su mano sobre la de Hui Yin y le dio un pequeño y cariñoso apretón.

- Buenas noches, cielo. No te vayas a dormir muy tarde. 
- Buenas noches, mamá. 

Zhi Ruo se deslizó despacio por la habitación hasta alcanzar el pasillo. Justo antes de girar la esquina oyó una voz a su espalda.

- Gracias por preocuparte por mí. Te lo agradezco. 

Sonrió y se giró para despedirse de Hui Yin con un pequeño gesto, antes de desaparecer del todo por el pasillo. Hui Yin quedó sola en la habitación, con el fulgor rojizo de los fuegos artificiales cada vez más intermitente, de forma que se podía apreciar mejor el silencio de la noche. Procurando no hacer mucho ruido tomó un pequeño cuenco de la estantería que parecía oscurecido por la ceniza, y lo depositó en la terraza. Volvió a sentarse, esta vez en el lugar que antes había ocupado su madre, y sacó de su bolsillo un fajo de papeles. Eran cuadrados de papel de bambú rojo y dorado con varios caracteres cubriendo su superficie. Hui Yin tomó unos cuantos y empezó a doblarlos, uno a uno, con cuidado de que sus bordes se alinearan. Los iba apilando en el pequeño cuenco de cerámica, y cuando terminó con todos cerró los ojos y rezó.

"Te echamos de menos. Espero que estés bien, allá donde estés."

Mantuvo el silencio unos minutos, sin saber qué más decir, hasta que finalmente se rindió y tomó las cerillas. Nunca se le habían dado bien las plegarias y su marido lo sabía. Confiaba en que él lo entendería y que agradecería el gesto de todas formas, además, ¿qué más podría contarle? ¿Que su hija estaba bien, que no les faltaba el dinero, que gozaban de buena fortuna? ¿Qué pensaría su marido si supiera que, a pesar de todo, sin él se sentía sola y perdida?

Hui Yin le prendió fuego a los papeles. Fuego rojo sobre papel rojo, que eventualmente convirtió todo a cenizas. Dejó que ardiera lentamente hasta que el último borde negro se deshizo de las llamas, pareciendo consumir incluso el mismo rojo del cielo. Tomó los restos quemados, con cuidado de no tocarlos, y los dejó caer en una de las macetas de la terraza. Hacía más frío que antes, así que rápidamente cerró la puerta y se marchó del salón, bordeando con disgusto las migas que habían caído alrededor de la mesa. Reprimió las ganas de sacudir las zapatillas en la puerta, como si ya escuchara a su madre gritar "¡si haces eso, estarás sacudiendo también la buena fortuna!" Cómo si me importaran algo la fortuna o las supersticiones, pensó.

Y aún así, se fue a su habitación arrastrando el polvo de sus zapatillas. 



4-Haz un relato que ocurra durante el Año Nuevo Chino.

Tachán tachán, cuarto relato del reto Literup. Este es algo más largo que los anteriores (concretamente, el doble de largo) y además es el primero que escribo en tercera persona.

Con este tema estaba dudando entre si hacer un relato más costumbrista y humano, o si volverme loca con la mitología china. Hice una encuesta y, a pesar de que ambas opciones estaban igualadas, terminé decantándome por el relato realista. ¿Os gustan este tipo de relatos, o preferís la fantasía?

Eso sí, me he divertido muchísimo investigando sobre la cultura y costumbres chinas, especialmente durante el Festival de Primavera. Siempre me da miedo escribir sobre temas que no controlo, así que a pesar de que me he pasado horas leyendo sobre el Año Nuevo Chino me preocupa no haberle hecho justicia, o haber interpretado mal alguna de sus tradiciones. Si es así, ¡no dudes en corregirme!

En fin, ¡feliz año de la Rata a todos! ¿Cual es vuestro animal del zodiaco chino, por curiosidad? El mío es el tigre, y el de mi hermana el caballo. Por algún motivo de pequeña nos lo memorizamos y solíamos jugar a ver si podíamos recordar el orden y año de todos los animales. No me preguntéis por qué.

¡Hasta el próximo relato! Estad atentos, porque para el quinto reto estoy preparando algo muy guay...

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1/15/2020

Que ardan todas.

He intentado huir, cobarde y decidido, y aún así no puedo escapar. Nada de lo que haga importa. He recorrido el mundo en busca de mi salvación -cada vez más fría, cada vez más árida-, e incluso en el más inhóspito de los hogares ellas me encuentran siempre. Las escucho arrastrarse por los rincones, sus irritantes crujidos, el suave sonido que dejan al caminar. Ya solo me queda morir, y ya que entrego mi alma al infierno prefiero que sea por mi propia mano.

Nadie me dijo que tuviera que plantarles cara. Así que la primera vez que vi una, sentada a los pies de mi cama y mirándome con ojos muertos, sentí que mi cuerpo perdía todo control y toda vida. No hay nada en este mundo que pudiera haber previsto el terror que sentí entonces, el horror que reveló su forma. Una sola palabra retumbaba en mi mente, el más puro sentido de la supervivencia: Huye. Supe al instante que se había hecho dueña de esa habitación y yo no quería tentar a más demonios, así que desde aquel día empecé a dormir en el salón.

Aquella misma noche empecé a soñar con ellas, ásperas pesadillas de las que siempre me despertaba demasiado tarde. Pero por algún motivo estos sueños no se desprendían poco a poco de la memoria, sino que a lo largo del día iban afilando los recuerdos, como si no quisieran separarse de mí. Llegaba la noche y mi cuerpo se anticipaba -la taquicardia, los sudores fríos-, así que eventualmente dejé de dormir. Pronto aprendí que si me forzaba hasta la extenuación y nublaba mi mente con opiáceos caía inconsciente sin más, y despertaba al día siguiente dolorido y sin recuerdos. Arrastré cuanto pude las rutinas, comprando ropa nueva y mantas cálidas para dormir mejor, sin tocar nunca la puerta de mi habitación. Iluso y necio, esperaba poder recuperarla algún día.

Pero entonces la vi, de nuevo. Esta vez a plena luz del sol, extendiendo sus colmillos y calentando su obsceno cuerpo. Sus ojos brillaban aun siendo negros, como un abismo vacío que a la vez parecía desbordarse de ponzoña, y su presencia se extendía por toda la estancia. Se veía distinta a la que semanas antes me había arrebatado la habitación, pero yo sabía que eran lo mismo. Grité y desgarré mis músculos congelados, como un millar de agujas clavándose en el pecho, y mientras el universo empezaba a doblarse y envolverse en sí mismo corrí y cerré la puerta principal, quedándome encerrado en la calle.

Vendí la casa. Hicieron preguntas que no quise responder y esa misma desconfianza fue la que me impuso un precio nefasto, pero no me importaba. Esa casa está maldita, pensé, mientras veía cómo me arrebataban el trabajo de una vida. Esa casa está maldita, me convencí, al trasladarme a los barrios bajos de la ciudad, a un pequeño apartamento de construcción antigua. Esa casa está maldita, recé, y espero que la próxima esté libre de pecado.

Me he mudado tantas veces. Cada vez más lejos y más hostil, rozando los bordes de la habitabilidad del ser humano, confiando en que no pudieran seguirme. Y aquí, en mi último infierno personal, alejado de todo hombre y toda vida, ellas me han encontrado.

Ya no necesito verlas. Las sientο al cerrar los ojos, como brisas de viento pútrido y ligero. Las noto debajo de mi piel, como si esta ardiera y vibrara de dolor, tan tensa que parece que implora que la abra de par en par. Las escucho a cada instante, un pequeño traqueteo entre las sombras que me atenaza el corazón. Ha llegado mi hora, y el temor a lo que ellas puedan hacerme no me deja más alternativa que llamar yo mismo a la Parca, y dejar que la muerte me libere de esta maldición.

Por eso dejo esta carta, para advertir a la humanidad de los demonios que caminan entre nosotros. Mi alma ya no puede ser salvada, pues pronto mi cuerpo no será más que un cascarón podrido; pero lo único que me queda es la esperanza de saber que conmigo se acaba su legado. ¡Quemadlas, quemadlas todas! ¡Que no quede ninguna! Se reproducen en las sombras y en silencio, y de cada una salen cientos. ¿No las ves, no las oyes? Son minúsculas, pero solo tan solo una de ellas basta para infundir terror con su imagen. Ese cuerpo partido y grotesco, vestido de seda y patrones complejos. Tantas patas como ojos tiene, ambos demasiados como para poder ser una de las creaciones de Dios. Sólo el fuego es capaz de arrebatarle el alma a estos demonios, así que ardan, que ardan todas.

Que no quede ni una sola araña en la faz de la tierra.



3-La aracnofobia es un miedo muy común. Haz que tu protagonista la padezca.

¡Tercer relato del Reto Literup! Que maravilla de tema. En cuanto lo leí pensé en hacer un relato de terror inspirado en los clásicos de Lovecraft, aunque dándole el toque teatral que tanto me gusta. Quizá este relato es demasiado dramático para algunos o demasiado predecible para otros, pero yo estoy encantada. Me sorprende haber hecho algo así en un par de noches, y como siempre se suele decir, "escribe aquello que quieras leer." Y yo, al menos, disfruto muchísimo escribiendo y leyendo este tipo de textos tan dramáticos.

Por cierto, ¡a mi me encantan las arañas! Me parecen animales súper interesantes y bonitos, y cada vez que veo una por casa procuro dejarla con cuidado en la ventana. Además, últimamente me he aficionado a ver canales de YouTube que cuidan de animales exóticos, y muchos de ellos exhiben arañas y tarántulas verdaderamente increíbles.

Y a vosotros, ¿Os gustan las arañas o les tenéis pánico? Dejad un comentario con vuestra opinión del relato y compartidlo si os ha gustado, no sabéis lo feliz que me hace <3

¡Un saludo y nos vemos en el próximo relato!

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1/10/2020

Tragaperras

(Content warning: Adicciones, ludopatía)

6 de Enero del 20XX

Ah, fíjate, hoy es el día de Reyes. Ni me había fijado. Les compré los regalos a los niños hace una semana y se los di a Alicia, aunque ella insistió en que no querían nada, y le pedí que se los diera esta mañana. Es por la noche y aún no me han llamado. Probablemente estén ocupados. Con la comida, y los juguetes nuevos y eso, y como mañana tienen clase... no sabré de ellos hasta el fin de semana, que es cuando les toca venir. Será por eso, seguro, tan solo estarán ocupados.


No me acordaba de qué día era hoy porque, si soy sincero, desde que estoy sin trabajo todos los días me parecen iguales. Me levanto al mediodía, preparo algo de comida y veo las noticias. Por la tarde echo currículums en cualquier nueva oferta, y si eso salgo a comprar o a tirar la basura. La verdad es que cada vez salgo menos de casa. Antes tenía que bajar la calle para ver si el bar de deportes estaba abierto, pero desde que han abierto uno enfrente solo tengo que mirar por la ventana. Y es cierto, hoy estaba cerrado. Ya me extrañaba a mí que el bar cerrara un día de diario.

He... entrado un par de veces. Sé que no debo, pero hay días en los que el aburrimiento es tan abrumador que no se me ocurre nada mejor que hacer. Me visto rápido y bajo cuando hay poca gente. Sirven las cañas baratas y te ponen cacahuetes con la bebida, así que es perfecto para matar el tiempo. Le meto monedas a la máquina, metódicamente, hasta que inevitablemente me quedo sin saldo, y entonces bebo en silencio la cerveza que me queda y me marcho cuanto antes. Por algún motivo el ambiente se vuelve sombrío cuando dejas de jugar, cuando lo único que percibes es el hedor a tabaco y la ligereza de tu cartera. Pero no es que tenga mucho más que hacer mientras busco empleo. Además, con algo de suerte recuperaré el dinero que le debo a Alicia. La última vez estuve cerca.

Alicia dice que necesito ir a terapia, pero ni tengo dinero para pagarla ni creo que la necesite. Es decir, no es como si me estuviera pinchando droga en los callejones o algo del estilo. Aún creo que exagera con este tema, llevándose a los niños y todo eso. Y la verdad, desde que los niños no están me siento aún más solo. La casa es enorme sin ellos, y llevarlos y traerlos del colegio era una buena distracción. Dejaba al grande en fútbol y me iba a esperar al bar de deportes de la esquina, una hora nada más, y en cuanto el niño terminaba las clases yo me iba con él. De vez en cuando se me echaba el tiempo encima, pero solo ocurrió unas pocas veces. Recuerdo que aquel día Alicia estaba furiosa. Me pregunto si se los llevó por eso.

Los echo de menos. Y a ella también. Así que me estoy esforzando mucho en demostrarles que aún tengo todo bajo control, que esto es tan solo un pequeño bache en el camino. Al fin y al cabo pude ahorrar lo suficiente para comprarle regalos a los niños, y sé que en cuanto encuentre trabajo todo volverá a la normalidad.

Pero cada vez es más complicado. Yo mismo me desinstalo las aplicaciones de juego del teléfono y bloqueo las páginas de apuestas en el ordenador, pero es muy fácil quitar las restricciones cuando las pones tú mismo. Te bombardean con anuncios en la televisión, en el periódico, en las vallas publicitarias de la autopista. Y el bar, el maldito bar que ha tenido que abrir justo delante de mi ventana. Es vergonzoso, como si supieran que vivo aquí y hubieran decidido hacer negocio conmigo. Ese sentimiento de asco es lo que impide que baje a diario, pero aun así de vez en cuando siento que tengo que volver. Esto es como ir dejando el tabaco, uno se va desenganchando poco a poco, ¿no? Solo que esto no es como el tabaco, no me daña los pulmones ni nada de eso. Así que poco a poco está bien. O eso creo.

Si soy sincero, me aterroriza. A veces siento que me estoy volviendo loco, que no controlo nada de lo que estoy haciendo. ¿Y si Alicia tiene razón, y si esto me supera? ¿Y si de verdad estoy echando a perder mi vida moneda tras moneda? Puede que los niños ya hayan pasado página, y puede que Alicia también. Quizá es demasiado tarde.

Son estos pensamientos los que me acosan por la noche, tan oscuros que no me atrevo a dejar que ronden por mi cabeza. Tengo que hacer que paren, ¿entiendes? Porque si no tengo esperanza no tengo una razón para seguir con vida. Y paradójicamente, el único momento en el que no los escucho es ahí abajo, en el bar, con una caña en la mano y viendo los rodillos girar. Nada más existe entonces, y los pensamientos se desvanecen moneda tras moneda.



2-Escribe un relato que ocurra el día de Reyes.

Segundo relato del Reto Literup. Este me ha costado mucho más, y la verdad es lo empecé sin saber muy bien dónde iba a acabar. No suelo escribir sobre estos temas con tanta crudeza y me daba miedo al ser algo más delicado, así que esto sí que ha sido salirme un poco de la zona de confort. Mientras lo escribía no podía dejar de sentirme igual que el protagonista, abrumada por publicidad y casas de apuestas por todas partes, y con la misma sensación de irrealidad. Ha sido duro. Aún así, espero que os guste.

¡Si queréis apoyarme dejad un comentario y compartid mi blog! ¿Creéis que le he hecho justicia a este tema? Mucho ánimo y fuerza a todas las personas que estén pasando por una situación similar, os dejo por aquí algunos recursos que os pueden ayudar.

Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados.
Asociaciones de ayuda para la ludopatía.

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

1/05/2020

El solsticio

¿Qué es lo que celebramos en realidad? ¿El baile, el festín o las máscaras? Creo que jamás llegaron a explicármelo del todo. O a lo mejor es que nunca lo entendí, porque todo el mundo parece hacerlo sin más y nadie se hace tantas preguntas. De todas formas a mamá le gusta esta fiesta tanto como al resto del pueblo y a mí me gusta verla sonreír, así que me alegro de que me dejen participar.

Cada vez que le pregunto siempre me dice que es para los dioses, pero nunca por qué. ¿Será que les agrada la fiesta? Los músicos componen música especial solo para días como hoy, que interpretan una sola vez para luego dejar arder las partituras, pero el compás es mismo de siempre. También decoran la explanada con guirnaldas trenzadas entre los árboles, coronas de flores en la linde, y luciérnagas que lanzan aletargadas en sus tarros de cristal. Así, en mitad de la noche, todo el pueblo se reúne y baila a la vez. Es precioso. A lo mejor a los dioses les gusta la vista desde ahí arriba.

O puede que sea la comida. Todos ayudamos a preparar un grandioso banquete, y cada vecino aporta algo distinto. Yo ayudo a mamá a recoger los huevos del gallinero mientras ella arranca hortalizas de la tierra y las deja caer en una gran cesta de mimbre. Escoge las verduras con cuidado, dejando caer de nuevo al suelo aquellas que están arrugadas o son demasiado pequeñas. Yo le pregunto por qué, porque una lechuga es una lechuga da igual la forma que tenga, pero ella dice que es por el detalle. La verdad es que ahí colocadas en la cesta se ven preciosas, pero creo que todas saben más o menos igual.

Marta, la chica joven que vive en la casa de enfrente, hace un montón de hogazas de pan que decora con harina y dibujos en la corteza. El granjero del final del camino trae leche y mantequilla, y siempre se pasea con un pequeño ternero hasta la explanada. Incluso la bruja que vive en la otra punta del pueblo -aunque mi mamá me dice que siempre la llame señorita Losada- trae semillas y hierbas secas que luego añade a la bebida, un vino cálido y especiado que solo se bebe durante el solsticio. Cuando todos hemos comido y bebido se deja el festín restante en mitad del claro, y entonces bailamos a su alrededor. A los dioses les deben gustar las sobras.

Pero sin duda lo que más me gusta a mí son las máscaras. Cada mujer y hombre del pueblo cose su traje cada año, para sus hijos y sus ancianos, con hermosos colores y delicados bordados que se despliegan al bailar. Y también se fabrican las máscaras a juego con los vestidos, aún más complejas y hermosas si cabe. Mamá dice que cuando sea un poco más mayor podré hacer mi propia máscara, y me muero de ganas de poder hacerlo. Dice que las máscaras nos protegen, que al cubrir nuestro rostro de repente todos somos uno más y no se nos puede diferenciar. No sé muy bien por qué, porque las máscaras también cubren nuestros ojos.

Las llevamos con cuidado en brazos, cuando empieza a anochecer, y todo el pueblo marcha en procesión al claro del bosque. Ya está todo preparado, así que comemos y bebemos con las máscaras en nuestro regazo, con cuidado de no mancharlas. Mamá me da la mano y me acerca los bocados, y los devoro con afán hasta que estoy a punto de estallar. Alguna vez me he dormido en el regazo de mi madre hasta la media noche, que es cuando tenemos que bailar.

Entonces nos colocamos todos en círculo, en anillos concéntricos ordenados por colores, y nos ponemos las máscaras con delicadeza. No vemos nada, pero no importa. Este baile lo tengo grabado a fuego en el corazón, así que cuando la música empieza mis pies comienzan a moverse solos. Noto el roce de la tela al girar, los soplos de viento que danzan entre los bailarines. Poco a poco la música acelera y el baile se vuelve más violento y feroz, y es muy importante no perder el ritmo. No sé por qué, pero es la norma más importante. Nunca pierdas el ritmo.

De pronto escucho a las bestias retorcerse entre las sombras. Pisan las flores y se pasean entre nosotros, cegadas por el olor de la comida. Devoran con la avidez de monstruos que no han probado la carne en meses, y el aroma a especias y asado se dispersa en el ambiente. Seguimos bailando cada vez más rápido, y a cada paso se me escapa el aliento, pero debo seguir. Sé que mamá estaría orgullosa de mí. Nadie me ve, pero bajo mi máscara hay una sonrisa, porque sé que lo estoy haciendo bien.

Cuando las bestias aúllan nos soltamos las manos y la música se vuelve más ruidosa, quizá para acallar los gritos de terror que surgen de la multitud. Pero tenemos que seguir bailando, solos en la oscuridad, sin jamás quitarnos las máscaras hasta que por fin cese la melodía y el baile termine por completo. Al fin me detengo e intento que la inercia no me haga caer de nuevo, acaricio la máscara con la punta de mis dedos. Me tiemblan las manos de emoción, y la voz de alivio.

Me pregunto a cuántos habrán devorado esta vez.



1-Haz una historia sobre un baile multitudinario.

Pues aquí está, el primer relato del Reto Literup. La verdad es que me he sentido muy cómoda con este texto, es muy de mi estilo y en general ha sido fácil de escribir. Ya veremos si el siguiente es igual de piadoso. ¡Espero que te haya gustado, y recuerda dejar un comentario si quieres apoyarme! Por cierto, ¿cuesta leer con este tipo de letra? A mi me cansa un poco la vista, así que a la próxima intentaré darle un formato más legible.

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

P.D: ¿Te has dado cuenta de que he escrito todo el relato en género neutro? Quería aportarle un poquito de dificultad al texto, y además así practico para cuando quiera escribir una historia con un protagonista agénero. Si me conoces bien, sabes de quién estoy hablando (?).

52 retos de Literup

¡Buenas noches! Hago esta entrada para avisar de que voy a estar haciendo los 52 retos de escritura para 2020 de Literup. Básicamente consiste en escribir 52 relatos, uno cada semana del año, siguiendo una indicación o prompt distinto cada vez. Me interesa este reto porque el relato corto es el formato en el que me siento más cómoda, pero a la vez me obliga a jugar con temas y normas que jamás me habría planteado. Además es mucho menos exigente que el Nanowrimo, así que espero que este sea -por fin- el primer reto de escritura que pueda marcar como completado.

Iré subiendo los relatos cada semana, en principio sin un día fijo, y los iré marcando con la etiqueta de #52RetosLiterup. La duración y estilo de los mismos irán cambiando dependiendo de cuanto tiempo tenga o de cuanto me haya motivado durante su escritura, así que espero que encontréis algo del agrado de todo el mundo.

Mi objetivo principal es mejorar y practicar, ganar constancia escribiendo, y quizá utilizar algunos fragmentos como base para una historia mucho mayor. Sea como sea tengo muchísimas ideas y muchas ganas de comenzar, ¡así que espero que os guste!