7/03/2020

Sedentario

¿A dónde van las horas que se pierden? ¿A dónde marchan sus segundos rotos? Son como migajas que se sacuden del mantel, poco más que un festín para las ratas; pero aquí siento que no son sobras las que se desperdigan por el suelo. Son banquetes enteros. Días festivos, horas extra, veinte minutos para el almuerzo y cada segundo en que pierdo la mirada: todo es tiempo que se escapa y que sé que no volverá. ¿Dónde queda todo ese tiempo? ¿También se lo comen las ratas?

¿Cómo es posible que en este mundo de suma cero haya algo que no se puede ganar, que solo puede perderse más despacio? ¿Dónde hallo justicia en un universo que no tiene balanza? En esta oficina el tiempo parece que no avanza, y aún con todo no sé qué pensar. ¿Acaso no gano momentos si estos se alargan más y más? ¿O lo único que obtengo es una pérdida prolongada?

Las agujas del reloj se sacuden suavemente, y mis ojos se deslizan por la sala buscando algo que observar, cualquier cosa que me rescate de la monotonía del trabajo. La luz que se filtra por la persianas es gris y moribunda -sé que fuera está lloviendo, sé que frío mece los árboles- pero ni siquiera atisbo a ver el cielo desde aquí. El cubículo no está compuesto por paredes completas pero ellas solas bastan para separarme del resto de vida. Solo escucho el suave rasgar de los bolígrafos y repiqueteo de teclas: arrítmico, sordo e incoherente; un suave susurro que chirría en mi mente y consume el aire a su alrededor.

De vez en cuando la pantalla cambia a negro y me devuelve un reflejo que no reconozco, ojeras que no recuerdo y mejillas hundidas que envejecen mi rostro. ¿Es esto lo que deseaba cuando era pequeño? ¿Dejarme la vida en tránsitos y ascensores, entregar mis esfuerzos a la bolsa de un dueño? Es como si solo existiera para sobrevivir, para mantenerme despierto y en pie en un mundo que no me merezco.

Nadie me obliga a seguir viviendo, pero sigo aquí. Quizá es pereza o quizá osadía, porque albergo esperanza y no quiero marchar. Quizá llegue el día en que añore este sitio, sus muertos relojes y sus horas perdidas; y recuerde en nostalgia sus ásperas teclas y rotos segundos. Quizá sobreviva un poquito más, latiendo y dejando que el mundo me arrastre, admirando el paisaje de espiral decadente y quizá, algún día, me gane una vida que acabar satisfecho.

Hasta entonces solo puedo escribir.



27-Escribe un relato que tenga lugar en una oficina muy muy aburrida.

¡Buenas noches! Hoy os traigo el reto número 27, un relato facilito y... perezoso, la verdad. Tengo mi último examen la semana que viene y ahora mismo tengo la cabeza llena de transformadas y ecuaciones diferenciales, con que casi no queda espacio para hacer un relato con una historia decente... ¡Lo siento mucho!

He querido abordar un poquito el tema del "artista frustado", esa imagen que nos venden de un pobre oficinista al que han cortado las alas y que no disfruta en su aburrido trabajo... Y aunque este relato parezca pesimista (porque no niego que tiene que ser bastante aburrido) quería arrojar un poquito de esperanza. Creo que se idealiza demasiado la figura del artista que abandona su vida y vive en una buhardilla de París, escribe poemas a la luz de las farolas y se gana la vida mendigando cafés... ¡Y es que no hay nada de malo en tener un trabajo aburrido! Puedes ganarte el pan por un lado y aprovechar esos "segundos rotos" que te quedan para dedicarte al arte. A estas alturas, ¡cualquier persona que te cruzas por la calle puede ser un verdadero artista! Incluso el aburrido oficinista que duerme la siesta en el metro. Me parece un pensamiento bonito.

La verdad es que con la universidad he llegado a sentirme así muchas veces... ¡Así que aquí sigo! Hasta que alcance una vida que me llene por completo, solo me queda escribir. Muchas gracias por leerme y hasta la próxima <3.

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

P.D: Jeje, ¿os gusta mi nuevo nombre? Espero que no os haya despistado mucho el cambio tan repentino de identidad, ¡soy la misma de siempre! Resulta que a este reino lo reinaba un gato... 

1 comentario:

  1. ¡Hola! Todos nos hemos sentido a veces, creo yo, como si trabajáramos en la oficina más aburrida del mundo. Apatía, hastío, sensación de ahogo... También en la universidad,aunque ya la tengo lejos, en el recuerdo. Pero bueno, aprendamos a disfrutar el día a día, que se nos escapan muy deprisa.
    Preguntas por el cambio de nombre...¡ Qué cambio más drástico! ¿no?
    Aunque me gustaba el anterior, este también
    tiene lo suyo...
    ¿Suerte con el cambio!

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