2/06/2020

Alas blancas

Cinza llamaba la atención allá donde fuera y siempre aprovechaba al máximo esta circunstancia. El vestido blanco y vaporoso con detalles en color crema, el pelo rubio y encrespado, la forma felina de caminar. Veía cómo la gente se giraba al pasar a su lado: los niños pequeños la señalaban y las madres, avergonzadas, acallaban como podían a sus hijos. Aquel día llevaba unas gafas doradas y redondas, enormes, que junto con el sombrero de copa puntiaguda y ala ancha hacían que sus rasgos faciales se perdieran entre tanto decorado. Así, pensaba Cinza, la gente recordaría su extravagancia y no su rostro.

Porque su rostro cambiaba constantemente. Era sutil, un movimiento lento que poco a poco agrandaba sus ojos, achataba su nariz o desplazaba la comisura de sus labios. De un día para otro Cinza parecía la misma de siempre, pero con el paso de los meses sus facciones ya se habían transformado por completo. Antes le gustaba observarse en el espejo, fascinada, mientras buscaba qué nuevo rasgo había adquirido, pero con los años terminó por acostumbrarse. Ahora aborrecía su reflejo.

Aún así le gustaba el rostro que llevaba aquel día. Las arrugas alrededor de los ojos y las que le rodeaban las mejillas le daban un aire sabio y elegante, y su sonrisa era dulce y delicada con esos labios tan finos. Cinza pensó que su cara parecía la de una mujer distinguida y misteriosa, pero a la vez amable y en la que resultaba fácil confiar. Así que se enfundó en ese papel, que era cómodo y fácil de interpretar, y caminó con un porte regio y una sonrisa cordial en el rostro. Además, le venía bien para el negocio.

Caminaba distraída por las afueras del poblado cuando un hombre salió de pronto de la linde del camino y le cortó el paso. Cinza lo observó con cautela. Parecía joven y cohibido, a juzgar por cómo arrugaba el sombrero entre sus manos, y la miraba de arriba a abajo, tembloroso, como si no supiera dónde centrar su atención. En el momento en que consiguió encontrar sus ojos el chico se enderezó e inspiró hondo.

- Señorita - dijo, con una débil determinación -. Me preguntaba si podría ayudarme.

«¿Señorita?», pensó Cinza. Se llevó la mano a la mejilla y la acarició suavemente para sentir el relieve de la piel. ¿Se habrían atenuado sus arrugas o es que el chico solo pretendía ser amable?

- Es probable - sonrió dulcemente y vio que el joven dejaba caer los hombros de alivio -. Mi casa está arriba, en la colina. Puedes seguirme.

El hombre asintió agradecido y se apartó del sendero para dejarle pasar. Cinza continuó su camino como si siguiera sola, a grandes zancadas y sin dejar de admirar el paisaje. Aquel era un día claro y brillante, como solían ser las primaveras en aquella parte del continente, y las pocas nubes que manchaban el cielo parecían retirarse lentamente hacia el norte. Las praderas estaban cubiertas de trigo joven, tallos altos que se mecían con el viento pero que aún no tenían espigas. Las flores, en cambio, crecían salvajes en la linde del camino y en los pequeños montículos de tierra que separaban los huertos. Cinza aprovechó para recoger algunas. Las ataba con una cuerda fina en manojos pequeños que luego guardaba con cuidado en su zurrón.

El hombre, observó Cinza, no la hostigó para que caminara más rápido. Al contrario, se colocaba de pie junto a ella y permanecía calmado hasta que volvían a retomar el camino. ¿Lo hacía por respeto o por temor? Ella aparentaba estar distraída, pero en realidad examinaba con cuidado cada movimiento que hacía su acompañante. Notaba su ansiedad y el suave hedor del miedo a la muerte, pero nada más. El hombre esperaba paciente y en silencio, como si ya supiera que unos minutos de espera no iban a cambiar su destino. Curioso, muy curioso.

Pronto llegaron a la casa, que no era más que una vieja cabaña de madera a la que Cinza le había abierto ventanas y rodeado de una pequeña valla. Parte de la tierra estaba arada y de ella asomaban pequeños brotes dispersos, tan jóvenes que era imposible saber qué se había plantado exactamente. El resto del jardín estaba vacío y el exterior de la cabaña era igual de austero.

Era en el interior donde la bruja escondía todos sus artefactos. Cinza abrió la puerta para dejarle pasar y él ahogó una exclamación de asombro en cuanto cruzó el umbral. Del techo colgaban ramilletes de hierbas y plantas secas, y las paredes habían sido cubiertas de estanterías de aspecto endeble, como si todos los libros y cachivaches estuvieran a punto de caer. En la mesa había papeles y libros abiertos junto con un pequeño cuenco de madera que parecía contener restos de comida.

Pero lo que más le sorprendió fue el enorme insecto que estaba posado en la pared, camuflado sobre los tablones de madera clara. Cinza alzó la mano y la criatura se posó en sus dedos, ingrávida, y entonces pudo observarla mejor. Al vuelo le hubiera parecido un ave blanca y veloz, pero de cerca veía que era una especie de mariposa. Tenía las alas anchas y alargadas, de palmo y medio de envergadura, el cuerpo pequeño y triangular. Inspeccionaba el aire con las antenas, curiosa.

- Es una polilla - susurró, mientras posaba el insecto en su sombrero -. Es inofensiva, tranquilo. Como una mascota.

La polilla se colocó en el ala del sombrero y quedó camuflada como si fuera un accesorio más, de forma que tan solo su suave aleteo la delataba. Cinza abrió las ventanas y dejó pasar la luz para luego colocar la única silla de madera en mitad de la estancia. El hombre tomó asiento y colocó las manos sobre el regazo mientras Cinza se apoyaba en la ventana, a contraluz.

- Por cierto, no te he preguntado por tu nombre.
- Tullian - respondió el joven -, aunque por aquí me llaman El Porras.
- Tullian está bien - rió Cinza -. Dime, ¿con qué puedo ayudarte?

El hombre se retiró la camisa sin vacilación y dejó al descubierto unos vendajes que le cubrían el hombro izquierdo. Cinza se inclinó para examinarlos. Tenían un color negruzco y de ellos emanaba un olor repulsivo, similar al de la carne podrida. Chasqueó la lengua con disgusto y los retiró con cuidado para no dañar la piel. Tullian cerró con fuerza los ojos.

Tenía una herida en el hombro, inflamada y purulenta, que se extendía desde el cuello hasta la parte superior del brazo. Parecía corrupta y antinatural, algo que no provenía del ataque de un animal o de un accidente de campo. Cinza contuvo la respiración. Aquella herida gritaba peligro.

- Parece infectado. Espera, te prepararé algo.

Tullian suspiró aliviado, pues con los ojos cerrados no podía ver el gesto desconcertado de Cinza. Ella se desplazó hacia la mesa y rebuscó entre sus papeles.

- Por cierto - preguntó, con cuidado de que no le temblara la voz -, ¿cómo te has hecho algo así?
- No lo sé. Esperaba que tú pudieras decírmelo.

Mal, mal, esto pinta muy mal. Los papeles se mezclaban y Cinza se sintió mareada, como si las letras vibraran y bailaran a su alrededor. La polilla bajó del sombrero y se posó suavemente entre las hojas para señalar con la punta del ala unos garabatos. Los cogió y vio que eran bocetos de hierbaclara. Inspiró hondo para recuperar la compostura y fue a buscar el manojo de hierbas.

- La verdad es que necesito más detalles. - Cinza cogió unas hebras de hierbaclara y empezó a machacarlas en el mortero, de espaldas a Tullian - ¿Por qué crees que tiene origen mágico?
- Estaba de caza en el bosque que hay al sur cuando escuché un alarido infernal entre los árboles. Después de eso un rayo me alcanzó en el hombro, y el dolor me recorrió todo el cuerpo - Tullian contuvo un escalofrío -. Jamás había sentido algo así. Es sin duda obra de demonios
- Los demonios no existen - respondió sin levantar la cabeza y añadió aceite al mortero -. Es más probable que sea alguien que juega con magia que no controla.
- Pues no sé qué es peor.

Cinza tamborileó las uñas contra la madera, con sus pensamientos al borde del colapso. ¿Qué clase de magia podría haber provocado tal herida? En todos sus años de estudio jamás había visto nada igual. Mientras pensaba notó cómo la polilla se posaba en su hombro y una de sus alas le rozó la mejilla; era suave y ligera. La volvió a colocar suavemente en el sombrero antes de verter el contenido del mortero en un tarro de cristal.

- Aquí tienes - se inclinó sobre el hombre de forma que el ala del sombrero le cubriera el rostro -. Tienes que aplicarte esto sobre el foco de la herida al menos tres veces al día. Y mantenla limpia.

Cogió un poco de ungüento entre los dedos y lo depositó sobre lo que parecía el origen de la infección, a modo de demostración. Tullian aspiró el aire entre los dientes.

- Toma esto también - dijo mientras le entregaba los bocetos de hierbaclara -. Últimamente la veo mucho en el claro que hay antes del bosque, detrás de la casa del señor Nymp. Coge un poco cada vez y déjala secar al sol antes de triturarla.
- ¿Cómo? - Tullian tomó los papeles, desconcertado -. Creía que tú...
- Yo me marcho.

Cinza entonces dejó que la miraran a la cara. Levantó el sombrero y se retiró las gafas. Bajo ellas había unos ojos compasivos y una sonrisa dolida.

- Lo siento. Es todo lo que puedo hacer.

Tullian contuvo el aliento durante unos instantes hasta que dejó caer la cabeza, con la mirada perdida. Acarició pensativo el tarro que tenía en las manos antes de responder.

- Ya veo - ¿era decepción o tristeza lo que delataba su voz? Tampoco importaba demasiado -. Gracias por todo.
- No hay de qué. - Cinza se incorporó y volvió a colocarse el sombrero con serenidad fingida -. Es mi trabajo.

El hombre se marchó tras una breve despedida y caminó lentamente colina abajo. Cinza vio que se aferraba al tarro con fuerza, como si fuera todo lo que quedaba en este mundo. Lo vio marchar convencida de que jamás volverían a verse.

En cuanto cerró la puerta la polilla echó a volar por la habitación hasta posarse finalmente en uno de los carteles que Cinza había colgado no mucho tiempo atrás. Era un pergamino viejo y dibujado a mano: había copiado ese mapa sin permiso de la biblioteca de la capital. Era antiguo y probablemente estaba desactualizado, pero daba una idea general del continente. Y cuando el enorme insecto se posó en él y cubrió con sus alas una región en particular, todos sus temores se confirmaron.

Alzó la mano y la mariposa respondió en el acto: levantó el vuelo y se posó en la punta sus dedos. Blanca, ligera, grácil. Sus patrones también cambiaban con el tiempo.

- Está bien, pequeña - susurró Cinza -. Ahora nos toca huir.



6-Haz una historia sin un solo gerundio.

¡Sexto relato! Por favor, qué bien me lo he pasado con este reto. Es el primero que no me da un tema en particular, así que he aprovechado para escribir una especie de prólogo de una novela en la que estoy trabajando.

Es, además, el reto en el que más he aprendido. Tener que evitar los gerundios, (ya sabéis, andando que es gerundio, son todas las formas verbales que acaban en -ando o -iendo) me ha hecho ver, para empezar, lo mucho que los uso. El texto cambia mucho sin gerundios, porque las acciones son mucho más directas y de "corta duración". No creo que evite usarlos por completo, ¡pero sí que estaré más pendiente!

Por cierto, la polilla es una Thysania agrippina, también conocida como mariposa emperador o white witch. Es uno de los insectos más grandes que existen y además uno de los más misteriosos, ya que se desconoce su etapa de larva y de pupa. ¿Toda esta información era relevante para el relato? En absoluto. Pero soy una mujer de ciencia y no iba a dejar pasar la oportunidad de investigar un poquito sobre este animal.

¿Se me ha colado algún gerundio en la historia? Los que estaban seguidos de otro sufijo (por ejemplo, rompiéndose) se me pasaban muy a menudo. ¡Si es así, déjame un comentario! También estoy encantada de leer feedback o críticas, cualquier cosa que me ayude a mejorar.

¡Un saludo y hasta el próximo relato!

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2 comentarios:

  1. Dios, me flipa demasiado!!!! He disfrutado un montón leyendo este relato, menos mal que estás trabajando en la novela porque me muero por leerla. Y no había caído en lo de los gerundios, escribes modo experto XDDD
    Me ha encantado la prota y su polilla, y me intriga mucho cómo siga la historia. Gracias por compartir tus escritos, son mi droga favorita!!💙

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