2/20/2020

El Rey de Amarillo

(Content warning: Body horror, un poco de gore)

Yo antes era un rey, ¿lo sabías? Prácticamente un dios. No había ser vivo que no se arrodillara ante mí, ni súbdito que se atreviera a mirarme a los ojos. Hasta la misma tierra clamaba mi nombre, Hastur, como el viento silbando entre zarzas secas y el grave retumbar de las cavernas. Yo fui aquel que posó el destino en la palma de su mano, aquel que esculpió en oro su existencia.

Nací bajo una estrella noble y con la promesa de una profecía atada al cuello. «El Hijo de Reyes, El Perpetuo», clamó el oráculo con tan solo escuchar mi nombre. El día que yo nací el mundo se curvó a mi alrededor, o más bien fue entonces cuando el tiempo empezó a ser tiempo. Todo lo que yo tomaba no me podía ser arrebatado y todo lo que yo vencía jamás volvía a latir de nuevo; pues aquello que llegué a poseer nunca me fue regalado sino ganado con el más puro derecho.

Y el poder es capaz de conseguir todo aquello que deseas, pero atrae a los enemigos como la carroña atrae a las moscas. Y no hay mayor satisfacción que la de humillar a aquel que alguna vez puso en duda tu valía, imbuirse en el temor a la muerte que brota de sus ojos. Les derroté, sin más. Fueron incapaces de seguirme el ritmo, de trazar el intrincado patrón de sombras que se cernía sobre ellos. Pronto el mundo entero estaba subyugado por mi mano. Me temían, me respetaban, como insectos lamiendo la suela de mis sandalias.

Pero he aprendido una cosa. No debes matar si no estás dispuesto a morir, pues la Parca es paciente y sus designios son justos. Y la maldición de ser mortal, de llevar una vida de pecado y poder es que, a veces, se crean rencores tan antiguos que desafían toda lógica y todo plan.

Lo que quiero decir es que si matas, si destruyes y conquistas, la muerte acabará tocando a tu puerta. Y debes contestar, sumirte en su abrazo, recibir el puñal en la espalda y la humillación de ser abatido. Debes mirar a los ojos a tu asesino y comprender su dolor, la fiera determinación en su mirada. Sentir el mundo pesado en tus hombros, tanto oro y opulencia para acabar ahogándote en tu propia sangre... Tuve que ver, en un instante, cómo se me arrebataba mi legítimo reinado, mi derecho a la divinidad, el efímero placer de la vida.

Aquel día morí sonriendo, pues yo maté y la muerte se posó en mí. Pero yo no estaba dispuesto a marchar. Yo soy El Perpetuo y ni la muerte puede vencerme.

Me he arrastrado desde el infierno hasta la tumba y rasgado la tierra con las manos desnudas, dejando jirones de piel entre raíces y ramas secas para inhalar el aire frío de la madrugada. Imbéciles. Creyeron que un cajón de madera podría apresarme por siempre, que arrancarme el corazón dejaría inerte mi cuerpo. Me gané tanto odio que arrojaron mi cadáver a un pozo cualquiera en vez de encerrarme en la cripta de mis padres. Ese fue vuestro primer error. 

Hay sangre corriendo por mis venas, densa y oscura, que gotea despacio a través de las grietas de mi cuerpo. Algo perverso tensa mis músculos y arrastra mis huesos, absorbe la luz que proyectan mis ojos. Un pacto maldito y horrores que no deben ser nombrados conforman mi imagen, me arrastran a través del tiempo.

Salí a reclamar mi reinado, pero este cuerpo... este cuerpo enloquece a todo aquel que lo mira. Y no es el terror que despertaba antaño, los cuerpos encogidos y cabezas gachas: es sangre helada y gritos ahogados, la locura que despliego a cada paso. Incluso aquello que llegué a amar terminó profanado. Jamás podré olvidar sus llantos. 

Y el dolor es inmenso. Cada corte y cada miembro cercenado duele sin entumecerse jamás, y las heridas nunca llegan a sanar del todo. Terminé por huir, horrorizado de mi destino, con la vaga esperanza de evitar los espejos y vivir inmortal, de conservar a duras penas la humanidad que aún creía poseer. Pensé que podría salvarme.

Pero se corrió la voz del monstruo que vagaba por las tierras del Rey, de la bestia que dejaba a su paso un velo de enfermedad y muerte; pues todo lo que yo tocaba se resquebrajaba como hojas secas. Ahí llegaste tú, el Héroe, el Misericordioso, el que tuvo la bondad de abatir al engendro y de entregarle paz a su alma. Tomaste mi cráneo para engarzarlo en oro y mandaste quemar el resto, rezando a la luz de una hoguera negra, pensando que el fuego me desvanecería del universo. Que así el mundo dejaría de estar maldito. Yo también lo pensé, y en la lucidez de la agonía no tuve más que esperar a la Parca. 

Pero sabes, incluso aunque me mates yo jamás podré morir. Aunque me cortes el cuello y desmontes mi cuerpo, aunque pierdas cada harapo y cada vena, aunque mis huesos triturados se los lleve el viento... yo no puedo morir. Siento cada célula de mi cuerpo, dispersa y herida, llamándose unas a otras y pidiendo clemencia. Tu dulce misericordia me ha traído el más infiel de los infiernos, el terror de lo incontable. El universo me ahoga y me somete, me humilla a cada instante, el tiempo se clava en mis entrañas y ni siquiera puedo gritar. ¿Cómo puede vivir un ser con tantas partes, cómo puedo existir siendo cenizas? Cada instante que añoro la muerte es una certeza más de que esta nunca llegará, una condena a la demencia si tan solo un monstruo como yo pudiera estar loco. Al menos me queda el consuelo de ser eterno.

Yo soy El Perpetuo y mi alma se filtra como veneno entre la arena, así que recuerda mi nombre. Cierra los ojos, ¿puedes oírlo? Hastur. Como el susurro del viento que mece los bosques, como el profundo retumbar que canta la tierra...




8- Haz una historia en la que tu protagonista siga el arco emocional de Edipo.

Bueno, lo admito: me he divertido demasiado con este relato. Después de los cuentos de fantasía de las últimas semanas necesitaba algo más indulgente y drámatico, como una válvula de escape. Y es que a veces una necesita escribir lo que le sale del alma, sin más.

El tema era el arco emocional de Edipo, que se describe como una caída, un ligero ascenso y una caída de nuevo. Es un arco que hace mucho hincapié en el destino y en la mala suerte, y sobre todo en las consecuencias negativas que tienen nuestros actos. No sabía si iba a ser capaz de reproducir este esquema, pero creo que más o menos lo he conseguido. ¡Al principio de esta semana ni sabía lo que era un arco emocional!

Además este relato tiene muchas, muchísimas referencias a obras que admiro o que he disfrutado esta misma semana. Además de Hastur, que es un dios Primigenio del universo de Lovecraft, ¿Eres capaz de pillar más referencias?

En fin, hasta aquí el reto de esta semana. ¿Te ha gustado este tipo de relato o es demasiado melodramático? Puedes dejarme un comentario con tu opinión, reviews...

¡Nos vemos en el próximo relato!

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