1/05/2020

El solsticio

¿Qué es lo que celebramos en realidad? ¿El baile, el festín o las máscaras? Creo que jamás llegaron a explicármelo del todo. O a lo mejor es que nunca lo entendí, porque todo el mundo parece hacerlo sin más y nadie se hace tantas preguntas. De todas formas a mamá le gusta esta fiesta tanto como al resto del pueblo y a mí me gusta verla sonreír, así que me alegro de que me dejen participar.

Cada vez que le pregunto siempre me dice que es para los dioses, pero nunca por qué. ¿Será que les agrada la fiesta? Los músicos componen música especial solo para días como hoy, que interpretan una sola vez para luego dejar arder las partituras, pero el compás es mismo de siempre. También decoran la explanada con guirnaldas trenzadas entre los árboles, coronas de flores en la linde, y luciérnagas que lanzan aletargadas en sus tarros de cristal. Así, en mitad de la noche, todo el pueblo se reúne y baila a la vez. Es precioso. A lo mejor a los dioses les gusta la vista desde ahí arriba.

O puede que sea la comida. Todos ayudamos a preparar un grandioso banquete, y cada vecino aporta algo distinto. Yo ayudo a mamá a recoger los huevos del gallinero mientras ella arranca hortalizas de la tierra y las deja caer en una gran cesta de mimbre. Escoge las verduras con cuidado, dejando caer de nuevo al suelo aquellas que están arrugadas o son demasiado pequeñas. Yo le pregunto por qué, porque una lechuga es una lechuga da igual la forma que tenga, pero ella dice que es por el detalle. La verdad es que ahí colocadas en la cesta se ven preciosas, pero creo que todas saben más o menos igual.

Marta, la chica joven que vive en la casa de enfrente, hace un montón de hogazas de pan que decora con harina y dibujos en la corteza. El granjero del final del camino trae leche y mantequilla, y siempre se pasea con un pequeño ternero hasta la explanada. Incluso la bruja que vive en la otra punta del pueblo -aunque mi mamá me dice que siempre la llame señorita Losada- trae semillas y hierbas secas que luego añade a la bebida, un vino cálido y especiado que solo se bebe durante el solsticio. Cuando todos hemos comido y bebido se deja el festín restante en mitad del claro, y entonces bailamos a su alrededor. A los dioses les deben gustar las sobras.

Pero sin duda lo que más me gusta a mí son las máscaras. Cada mujer y hombre del pueblo cose su traje cada año, para sus hijos y sus ancianos, con hermosos colores y delicados bordados que se despliegan al bailar. Y también se fabrican las máscaras a juego con los vestidos, aún más complejas y hermosas si cabe. Mamá dice que cuando sea un poco más mayor podré hacer mi propia máscara, y me muero de ganas de poder hacerlo. Dice que las máscaras nos protegen, que al cubrir nuestro rostro de repente todos somos uno más y no se nos puede diferenciar. No sé muy bien por qué, porque las máscaras también cubren nuestros ojos.

Las llevamos con cuidado en brazos, cuando empieza a anochecer, y todo el pueblo marcha en procesión al claro del bosque. Ya está todo preparado, así que comemos y bebemos con las máscaras en nuestro regazo, con cuidado de no mancharlas. Mamá me da la mano y me acerca los bocados, y los devoro con afán hasta que estoy a punto de estallar. Alguna vez me he dormido en el regazo de mi madre hasta la media noche, que es cuando tenemos que bailar.

Entonces nos colocamos todos en círculo, en anillos concéntricos ordenados por colores, y nos ponemos las máscaras con delicadeza. No vemos nada, pero no importa. Este baile lo tengo grabado a fuego en el corazón, así que cuando la música empieza mis pies comienzan a moverse solos. Noto el roce de la tela al girar, los soplos de viento que danzan entre los bailarines. Poco a poco la música acelera y el baile se vuelve más violento y feroz, y es muy importante no perder el ritmo. No sé por qué, pero es la norma más importante. Nunca pierdas el ritmo.

De pronto escucho a las bestias retorcerse entre las sombras. Pisan las flores y se pasean entre nosotros, cegadas por el olor de la comida. Devoran con la avidez de monstruos que no han probado la carne en meses, y el aroma a especias y asado se dispersa en el ambiente. Seguimos bailando cada vez más rápido, y a cada paso se me escapa el aliento, pero debo seguir. Sé que mamá estaría orgullosa de mí. Nadie me ve, pero bajo mi máscara hay una sonrisa, porque sé que lo estoy haciendo bien.

Cuando las bestias aúllan nos soltamos las manos y la música se vuelve más ruidosa, quizá para acallar los gritos de terror que surgen de la multitud. Pero tenemos que seguir bailando, solos en la oscuridad, sin jamás quitarnos las máscaras hasta que por fin cese la melodía y el baile termine por completo. Al fin me detengo e intento que la inercia no me haga caer de nuevo, acaricio la máscara con la punta de mis dedos. Me tiemblan las manos de emoción, y la voz de alivio.

Me pregunto a cuántos habrán devorado esta vez.



1-Haz una historia sobre un baile multitudinario.

Pues aquí está, el primer relato del Reto Literup. La verdad es que me he sentido muy cómoda con este texto, es muy de mi estilo y en general ha sido fácil de escribir. Ya veremos si el siguiente es igual de piadoso. ¡Espero que te haya gustado, y recuerda dejar un comentario si quieres apoyarme! Por cierto, ¿cuesta leer con este tipo de letra? A mi me cansa un poco la vista, así que a la próxima intentaré darle un formato más legible.

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

P.D: ¿Te has dado cuenta de que he escrito todo el relato en género neutro? Quería aportarle un poquito de dificultad al texto, y además así practico para cuando quiera escribir una historia con un protagonista agénero. Si me conoces bien, sabes de quién estoy hablando (?).

4 comentarios:

  1. Vaya plot twist. Me ha encantado, como siempre!! 😊😊

    ResponderEliminar
  2. Hola, me ha gustado mucho el relato.Aunque yo no leo mucho literatura fantástica. En cuanto a la letra, puede ser que sea algo pequeña pero el color creo que ayuda. A mi no me ha cansado.
    ¡Feliz año!

    ResponderEliminar