10/24/2020

Tramoyista

En mi viaje por la Costa de la Espada he llegado a ver muchas cosas raras, terroríficas y asombrosas; algunas que aún me hielan la sangre y otras que son capaces de calentarme el corazón incluso años después de haber ocurrido. Pero aquello fue... simplemente peculiar. Ni un rastro de oscuridad, ni una brinza de aventura, ni un misterio a resolver. Nada de nada. Pasó, sin más. Y quizá por eso me sigue llamando tanto la atención. 

Aquel día andaba por el bosque en dirección a Aguasprofundas cuando vi que, a lo lejos, una mujer mayor esperaba en la linde del camino. Ralenticé mi marcha y saqué el mapa para corroborar mis sospechas: no había ningún asentamiento a menos de un día de distancia. Mantuve la espada en mi costado y me aproximé con cautela, pero cuanto más me acercaba más corriente me parecía la mujer, sentada sobre una manta en el suelo y con lo que parecían ser herramientas de costura en el regazo. A su lado, sobre un tocón viejo, reposaba una caja de madera.

—Buenos días, anciana —saludé al detenerme a su lado—. ¿Necesita ayuda? 
—¿Sabes lo que es un circo de pulgas?

La mujer alzó la mirada con sus manos aún enfrascadas en la costura. Tenía los ojos claros y algo vidriosos, el pelo cano y encrespado hasta los hombros, y la piel oscura marcada por el sol. Bajo el cabello se adivinaban unas orejas puntiagudas.

—¿Un circo de pulgas? —pregunté, frunciendo el ceño—. La verdad es que no tengo ni idea.
—Pues por una moneda de plata te lo enseño.

Solté una carcajada suave y distendida mientras alcanzaba la bolsa de monedas, provocando que su tintineo metálico se dispersara en el aire. 

—Está bien, mujer, ya veo por dónde vas —respondí, frotando dos monedas de plata entre los dedos—. Muéstreme su circo de pulgas. 

La anciana dejó las herramientas de costura en el suelo y extendió la mano suavemente. En cuando deposité las monedas en su palma ella la cerró con fuerza y la escondió rápido tras la espalda, con la avidez de un pájaro hambriento al que se le ofrece un puñado de semillas. Se incorporó para sacudirse el vestido y señaló la caja de madera rojiza. Yo me arrodillé delante, y fue entonces cuando ella abrió su tapa.

—¡Maravíllate con el circo de pulgas! ¡Admira la fuerza de estos insectos!

El interior de la caja contenía un minúsculo carrusel que giraba lentamente, a trompicones, haciendo sonar una caja de música con un ritmo disonante y oxidado. Pequeños lazos saltaban de un lado a otro como si ondearan bajo un viento salvaje e incoherente, y una solitaria bellota en una esquina se agitaba de vez en cuando, intentando rodar sin éxito. Tras unos segundos de silencio roto por el metálico tintineo de la caja, me aclaré la garganta con gesto incómodo.

—¿Y ya está?
—¿Cómo que ya está? —La anciana agitó las manos de un lado a otro, gesticulando por encima del pequeño circo—. ¿No ves cómo se mueve el tiovivo? ¿Cómo hacen acrobacias con los lazos?
—Todo eso, que yo sepa, se puede hacer con una manivela. 

La mujer soltó un aullido ofendido y levantó la caja de un golpe, agitándola en el aire para mostrar todos sus laterales. No había manivelas visibles, ni espacio suficiente para encajar un mecanismo.

—¿Ves? Es completamente legal. Mis pulgas lo hacen todo por sí solas.
—Bueno, pues entonces funciona con taumaturgia, lo que es aún más patético —dije mientras hice que el viento bailara a mi alrededor con un solo gesto—. Cualquiera con un poco de conocimiento mágico puede mover un carrusel tan pequeño sin tocarlo.
—¡Pues largo! ¡Te vas con la tontería a otra parte! Serás zoquete, hacerle perder el tiempo a una anciana como yo...

Cerró la caja de golpe, tomó las herramientas del suelo y se puso a coser, farfullando insultos en un idioma melodioso y susurrante. Yo me incorporé y seguí mi camino, dejando atrás dos monedas de plata y cinco minutos perdidos. Pero aún me preguntaba de dónde había salido aquella mujer, a más de un día de distancia de cualquier pueblo, cosiendo en la linde del camino y estafando viajeros con una caja de música vacía. Y creí haberme olvidado de ella hasta que me rasqué distraidamente la muñeca izquierda y noté que una minúscula picadura de pulga brotaba sobre mi piel.



42-Escribe un relato sobre un circo de pulgas.

Este reto viene una semana tarde. Intentaré subir el de esta semana lo antes posible. Además estoy en un pequeño hiatus que probablemente dure hasta diciembre. Me estoy esforzando mucho porque quiero resultados, y porque quiero que el año que viene sea mucho mejor que este. Quiero tener más tiempo, y quiero escribir más. Y ahora no puedo.

Seguiré publicando los relatos, pero nada más. Os veré de nuevo en un mes.

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

2 comentarios:

  1. Hola, Andrea! Hace tiempo que no me paso por aquí, por diversos problemas personales. Te he notado bastante desanimada en twitter y quería decirte que no te desanimes. Lo primero es lo primero. Este relato te ha quedado muy bien.
    Anímate y ten paciencia contigo misma.
    Un beso.

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    1. ¡Hola! Se te echaba de menos :3 y sí, últimamente estoy pasándolo mal, espero que todo mejore pronto.

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