5/31/2020

Rata valiente

En la linde de la campiña hay una parcela de tierra que no pertenece a ningún humano. Es tan solo un pequeño resquicio del bosque que antaño cubría las llanuras, rodeado por muros de piedra que nadie recuerda haber construido. Hace décadas que nadie la visita -los niños curiosos crecieron, los cazadores furtivos recibieron su castigo-, así que la pradera se ha mantenido intacta durante todos estos años. 

Lúa se acicala los bigotes frente a un pequeño charco de barro, sacudiéndose con mimo los restos de tierra del hocico. Tiene pelaje castaño pero el morro blanco, la nariz y las orejas redondas de un suave color rosado, y la cola fina y alargada curvada en la punta: es una ratona como otra cualquiera, pero con la característica marca en la frente en forma de luna menguante. Alza la cabeza y olisquea a su alrededor, pensativa. Casi no hay viento, tan solo una suave brisa que mece los árboles y hace ondear las briznas de hierba. Aún es por la mañana y el sol ya pega fuerte, calentándole el pelaje y acentuando el color verde y brillante del campo. Lúa sacude la cabeza y se aleja en dirección a la laguna, frustrada. Hoy no se le ocurre ninguna excusa.

Corretea por el bosque con cuidado de no tropezar con las ramas sueltas, respirando el aire fresco y disfrutando de los aromas de verano. Las enredaderas siguen en flor y los árboles entrelazan sus sombras formando filigranas en el suelo, las cigarras hacen vibrar el aire con su incesante canto. Lúa toma un desvío para rodear uno de los muchos círculos de piedra que cubren la pradera y se asegura de que todo sigue en su sitio. No encuentra ningún guijarro fuera de lugar ni nada dentro del círculo que no perteneciera ya al mismo, y ni siquiera las marcas en la tierra que suele dibujar como advertencia parecen haberse desvanecido. Antes de marchar encuentra un higo recién caído y lo empuja dentro del círculo, con cuidado de no llegar a traspasarlo nunca. Nunca está de más ser agradecida, piensa mientras hace rodar el fruto por la tierra. Ni tampoco pedir un poco de buena suerte

Cuando llega a la laguna ya es mediodía y la orilla está abarrotada de criaturas refrescándose en el agua, o tomando el sol sobre las piedras planas. Lúa saluda nerviosa al sapo moteado que la ojea desde lejos y se escabulle entre los juncos cuando este deja de mirar, abriéndose paso hasta una pequeña y solitaria bahía cubierta por la maleza. Allí el agua casi no tiembla y tiene poca profundidad, y lo único que perturba el aire es el lejano bullicio de los animales chapoteando en la orilla. Lúa se acerca cautelosa a observar su reflejo en el agua: el morro blanco y el pelaje castaño, nariz y orejas de un suave rosado...

Da un paso al frente hasta mojarse las patas delanteras, y al instante eriza el pelo con disgusto. Había supuesto que con el sol que hace el agua estaría cálida, pero está tan fría que la idea de que le roce el estómago hace que le den ganas de marcharse. Aún así avanza despacio hasta que nota el agua presionar contra su tripa, hasta que casi deja de rozar el fondo con las garras. Inspira hondo y olisquea a su alrededor. ¿Y ahora qué? Se queda inmóvil, escuchando los sonidos del bosque y vigilando el suave mecer de la laguna. El instinto. ¿No se supone que ahora llega el instinto?

Es lo que le han dicho, al menos. Que se lance al agua, que el instinto de nadar surgirá de la nada y la mantendrá a flote. Que no tenga miedo. Una ratona de su edad que aún no sabe nadar... Lúa arruga la nariz, avergonzada, aún temblando por su miedo a la laguna. Instinto, instinto... Debe confiar en su instinto. Separa suavemente las patas y llena sus pulmones de aire, pero no flota. En su lugar se hunde lentamente. Entra el pánico, ¿cómo lo hacen las otras para no ahogarse? Empieza a emitir chillidos agudos mientras agita con furia las patas, dando fuertes latigazos con la cola, luchando por su vida contra viento y marea... hasta que instantes después su tripa roza la tierra. Posa los pies en el suelo y se incorpora: el agua es tan poco profunda que si se tumbara en el fondo a duras penas le cubriría dos tercios del cuerpo. 

Se lava rápidamente la cara y se tumba en la orilla, dejando que el sol le seque poco a poco el pelaje. La pradera sigue en silencio e imperturbable, la laguna tranquila y tan llena de misterios, las flores brillantes y los insectos posados en sus hojas. Escucha a las ranas croar, a las crías jugar en el agua... y entonces piensa en lo agradable que es el contraste, el frío del agua contra el calor que deja el verano. No está mal, la verdad. Y tampoco se ha muerto. Es un gran paso. 

Poco a poco, Lúa; piensa mientras observa con respeto la laguna. Poco a poco.



22-Tu protagonista no sabe nadar, pero se ha propuesto aprender. Explica en tu relato sus andaduras en esta nueva aventura.

¡Buenos días! He ido un poco justa con este relato porque invertí los primeros días de la semana en terminar un proyecto para un concurso, y además estoy centrada en estudiar... ¡pero pude acabarlo a tiempo! Esta vez decidí trabajar con una escena sencilla y sin muchas florituras, y creo que va a seguir así hasta que termine los exámenes.

¿Qué os ha parecido este relato? Me apetecía escribir cosas sobre el verano e intentar capturar un poco la esencia de un día caluroso en el campo. Se nota que tengo ganas de vacaciones, ¿y vosotros? Creo que hay pocas cosas que me apetezcan más que una mañanita en la playa, con un libro y un refresco fresquito...

En fin, os dejo por hoy. Intentaré recuperar poco a poco el ritmo de los retos, que no me gusta esto de publicarlo el último día de la semana... ¡Hasta la próxima!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

3 comentarios:

  1. A mí personalmente me ha gustado mucho la descripción del paisaje, me parecía ser yo la ratona. Y al llegar al agua también me has hecho sentir su desesperación en el agua y su paz tras la victoria. Pequeña victoria, pero victoria al fin. Original personaje para el reto.
    ¡Suerte en los exámenes!

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    1. ¡Muchísimas gracias por tus comentarios, me animan muchísimo! Y sí, la verdad es que no sé por qué, pero le he cogido cariño a la protagonista ratona.

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  2. te leo me gustas reviso tus palabras
    eres buena
    saludos desde la lluvia

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