5/22/2020

La tahona

Me encanta la panadería. No muchos tienen la suerte de levantarse al alba y desayunar al calor del amanecer, de respirar el aire del pueblo cuando todo el mundo sigue dormido. Es un trabajo ideal para mí: trabajo a solas y tranquila, vendo los frutos de mi esfuerzo por la mañana, cierro temprano y disfruto de la vida que me ofrece la soledad. Ser panadera es sacrificado, pero también útil. No me costó mucho ganarme la simpatía de estas gentes. Supongo que es complicado odiar a alguien como yo, a alguien que te alimenta cada mañana.

Además me gusta que nadie haga más preguntas de las necesarias. Llegué a la aldea un caluroso día de verano y compré la vieja panadería con dinero en efectivo. ¿Es extraño? Pues sí, pero a menudo se sobrestima la curiosidad de la gente. Los novatos se disfrazan y preparan excusas, una elaborada mentira para cubrir sus pasos, pero no hace falta nada con eso. Yo tan solo aparecí con un traje de lana italiano y un sobre de billetes, intenciones sinceras y una sonrisa en los labios. ¿Qué pensarían al verme? ¿Que soy una extravagante empresaria, una mujer trofeo y su capricho, un truco más de evasión de impuestos? No me importa, y en realidad a ellos tampoco les importaba. Siempre y cuando no les traiga problemas nunca seré más que un cotilleo entre los vecinos.

Pero de aquello hace ya años, y ahora me encanta mi nueva vida. Las amistades interesadas se desvanecieron muy pronto, en cuanto se dieron cuenta de que la opulencia de los primeros días era tan solo una conveniente fachada. Solo conservo el traje y algunos zapatos caros, pero vendí todo lo demás: los bolsos, los relojes, todos y cada uno de los anillos que cubrían mis dedos. El resto de mujeres del pueblo dejaron de envidiarme y se acercaron, azuzadas por curiosidad o por malicia, pero poco a poco incluyeron en la comunidad. Se habla mucho en la panadería, y mientras yo sirvo dulces y bollería ellas chismorrean a mi alrededor y me cuentan la vida que he perdido. Me invitan a café al terminar mi turno, a barbacoas en verano y a fiestas del té en primavera. Aunque esto último sospecho que es para que les lleve tarta gratis. 

Son mis mejores amigas las que más problemas me traen, las que preguntan con interés genuino sobre mi antigua vida. Es comprensible. Les fascinan mis anécdotas, el ajetreado horario de la urbe, mis caros zapatos de tacón; así que les hablo con nostalgia de mis años en la ciudad y del dinero que ganaba antaño, de mis antiguas amistades y de las vistas del apartamento en el ático. Pero ahora mi vida es esta. Ahora soy panadera, y lo adoro.

Aunque veces lo echo de menos, pienso cada mañana mientras hinco los dedos en la masa. Echo de menos la sangre, los gritos de súplica, la sensación de romperle la nariz a alguien. ¿Sabes cómo es? Es el éxtasis de poder, el dulce néctar del control, una libertad que solo se alcanza a base de promesas vacías y sesgo de los débiles. La satisfacción de ser una herramienta eficaz, una de las mejores sicarias que jamás ha conocido la mafia. El dinero, el amparo, la emoción... a veces lo echo de menos.

Pero sabes, hasta los mejores profesionales deben retirarse cuando les llega el momento. Y hay dos opciones: morir postrado en tu trono o desvanecerse en la normalidad, despojándose de todo aquello que te convierte en una amenaza. Y qué quieres que te diga, en esta vida hay que ser inteligente, y yo tomé la mejor opción. Te preguntarás, ¿mereció la pena entregar mis ojos a cambio de libertad, como garantía de que jamás volvería a ser la de antes? Yo creo que sí. Si te soy sincera, ya he visto todo lo que tenía que ver. Y de verdad, de verdad que adoro ser panadera.



21 - Escribe un relato sobre un personaje que ha cambiado de identidad y que añora su antigua vida.

Al parecer soy incapaz de escribir un relato normalito sin giros perturbadores. En fin. ¡Buenos días a todos! Os entrego el relato número veintiuno de los Retos Literup, esta vez una historia cortita y sencilla que he escrito entre los descansos de estudiar para la universidad... no sé cómo voy a poder seguir este reto en temporada de exámenes, pero bueno, se intentará.

¿Cómo lo vais llevando vosotros? Creo que la situación de la pandemia se va relajando poco a poco, y espero que de verdad todo esto acabe pronto... Tened mucho cuidado, llevad mascarilla y recordad que tenéis que lavaros las manos.

No tengo mucho más que decir, ¡espero que os haya gustado este relato! Nos vemos en el próximo post <3

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

2 comentarios:

  1. ¡Buenooooo! de sicaria a panadera. Vaya transformación. Me ha gustado mucho el relato pero me has dejado un poco confundida. Cuando dices que entregó sus ojos a cambio¿ es en sentido literal? o se refiere a ¿irse y "esconderse" en un pueblo dónde se aleje de todo lo anterior?
    Estoy contigo, espero que esta situación que vivimos pronto se termine.
    Nos leemos.

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    1. ¡Buenas noches! Pues me refería en sentido literal, como que se quita la vista para ya no poder ejercer de sicaria y que la dejen tranquila... pero tendría que haberlo aclarado más. ¡Me alegro de que te guste!

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