4/15/2020

"...even death may die."

La primera ventisca del año había llegado fuerte y sin avisar, cubriendo la ciudad con un manto blanco y brillante que poco a poco se enturbiaba bajo el tránsito de los coches. Era como si un viejo conocido de pronto se presentara en la ciudad, alguien a quien nadie desea recibir pero al que debes invitar a un café de todas formas. Cerrar los ojos, pasar la tarde, perder el tiempo y despedirlo antes de que ponga el sol. Matthew se sentía así con las tormentas de nieve, como un anfitrión forzado a soportar su visita y a conformarse con sus besos fríos azotándole las mejillas. Caminaba por la ciudad hundiendo sus botas en la nieve, con el dobladillo de la gabardina empapándose lentamente. Inconveniente. Esa era la palabra que estaba buscando.

Llegó a la estación veinte minutos antes de la hora de salida, pero casi tres horas antes de que su tren fuera a salir en realidad. Retrasos por la nieve, cómo no. Un empleado le explicó que se había formado hielo en las vías y que tardarían un tiempo en retirarlo. Era mejor esperar a que escampara. Al menos, pensó Matthew, podría esperar dentro de la terminal. Dar una vuelta, comprar algún detalle... e incluso picar algo. Le habían hablado bien de un restaurante de marisco de la estación, pero acabó conformándose con unos dulces de la pastelería de la esquina. Buscó un sitio donde sentarse mientras le arrancaba pequeños pedazos a un bizcocho de limón.

Al final decidió esperar en el vestíbulo principal, escogiendo un asiento orientado hacia el enorme reloj central. Observó durante unos minutos el ir y venir de la gente, el ajetreo, la extrañeza del momento. Un lugar como aquel estaba diseñado para el tránsito, para que nadie pasara más de media hora vagando por la estación, pero la nieve había perturbado el orden natural de las cosas. Así, mientras que lo habitual era ver rostros apresurados y abrigos que se olvidan, el vestíbulo empezaba a llenarse poco a poco con gente aletargada y semblantes hastiados. Todos reunidos bajo el mismo techo azul turquesa, todos con la mirada fija en el reloj. Aún quedaban horas.

- ¿Drácula? ¿Es que no tenías dinero para comprarte algo mejor?

Matthew se sobresaltó cuando una voz cascada apareció de pronto frente a él. Pertenecía a un hombre de tez oscura y pelo canoso que vestía un traje de tweed gastado y una bufanda verde descolorida.

- ¿Qué? Ah, esto - Matthew estiró el brazo para alcanzar el libro que sobresalía de su maletín -. Es mi favorito. Me gusta llevarlo conmigo para releerlo, por si me aburro en el tren.
- Bah, yo nunca lo he leído. No me interesan las novelas sensacionalistas.

El hombre tomó asiento a su lado y sacó una caja de papel de fumar y una lata de tabaco. Empezó a liar el cigarro casi sin mirar, mientras observaba distraído el reloj y los detalles del techo. Cuando lo terminó se lo tendió a Matthew.

- Gracias, pero no fumo.
- Bien hecho, chaval - asintió satisfecho mientras se llevaba el cigarro a los labios -. Esto te deja los pulmones hechos una porquería, pero lo peor es que luego ni siquiera puedes cumplir con la señora. Ya me entiendes. ¿Te molesta que fume a tu lado?
- Uh, no, para nada. Puede estar tranquilo.

El hombre prendió el cigarrillo y exhaló el humo, viendo cómo las volutas ascendían y se dispersaban en el aire.

- Pues lo que te decía, ¿Drácula no es una novela de fantasía? Esas cosas son para mujeres. 
- En absoluto - Matthew titubeó, pero finalmente se atrevió a mirar a la cara a aquel hombre -. Es cierto que incluye vampiros, pero la novela tiene muchísima profundidad filosófica. Presenta nuevas perspectivas sobre la condición humana, sobre la muerte y sobre las tentaciones de la carne. Es un placer releerlo y reflexionar sobre pasajes que pasaron desapercibidos la primera vez.

Se detuvo cuando se dio cuenta de que el hombre lo miraba con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. 

- Disculpe, creo que me he emocionado...
- Bah, no te preocupes. Es un placer escuchar a un joven hablar de algo que no sea deporte. Empezaba a pensar que ya no quedaba esperanza para la nueva generación.

El hombre continuó fumando en silencio mientras Matthew intentaba ahogar el tiempo. Miraba a todas partes para ignorar al anciano: las constelaciones dibujadas en el techo, los altos ventanales, la gente que paseaba por los balcones... Pero la presencia de ese hombre no se podía obviar. Intimidante y pesada, una mezcla entre abuelo entrañable y mendigo demente. Era como si absorbiera toda el alma de la estación.

- Entonces, chico... - habló de pronto, con una voz grave y profunda que ensombrecía el ruido a su alrededor -. ¿Te interesa la condición humana? ¿Los horrores que oculta su naturaleza? 

Matthew tensó las manos para desatar el nudo que le atenazaba la garganta. Notaba su corazón latir con fuerza, desbocado sin motivo. Aquel hombre le infundía algo que desconocía, una intimidad que solo se hallaba en las partidas de ajedrez y en debates a la luz de las velas. Quería hablar, pero simplemente asintió con los labios entreabiertos.

- Te propongo un intercambio. Tú me das tu libro de vampiros y yo te entrego otro a cambio - dijo, mientras le daba un toque a su maletín -. Creo que te gustará, y a mí me han dado ganas de comprobar si Drácula es tan interesante como cuentas.
- Yo... - Matthew tartamudeó mientras miraba la portada de su libro, acariciando suavemente el borde de las páginas. La curiosidad le carcomía, le hacía arder el pecho -. Trato hecho. Espero que le guste.

Entregó el libro, depositándolo con suavidad en el espacio entre asientos que quedaba entre ambos. El hombre sonrió satisfecho, tomó el libro y se incorporó mientras rebuscaba en su maletín.

- Chaval, mi viaje no puede esperar más, pero ha sido un placer conversar contigo - sacó del maletín un libro de aspecto antiguo, envuelto parcialmente en un paño de seda verde y brillante, y se lo entregó -. Que lo disfrutes.

El hombre desapareció entonces entre la multitud sin que Matthew llegara nunca a poder preguntarle su nombre. Se quedó solo de nuevo, rodeado de desconocidos y con la vista fija en el reloj. Quedaba casi una hora para la salida de su tren, pero decidió que era momento de estirar las piernas. Terminó el bizcocho de limón, se sacudió las migas y entonces tomó el libro de su regazo. Quería haber esperado a acomodarse en el vagón, pero la curiosidad le azuzaba, impaciente. Antes de guardar el libro deslizó el paño de seda verde, dejando al descubierto una cubierta de piel vieja y unas letras talladas en oro que revelaban el título. No lo había escuchado nunca. Necronomicón.



16-Escribe un relato en el que haya un intercambio de libros.

¡Relato número 16 de los retos! Nos estamos acercando ya a completar un tercio del reto, ¿cómo lo llevais vosotros? Yo estoy convencida de que voy una semana por delante, porque es obvio que este tema está pensado para el día del libro...

Igualmente, no sabía muy bien qué hacer con este tema. Tenía una idea con una bruja y un libro de hechizos, pero se me olvidó. Gente, ¡apuntad siempre vuestras ideas, que no os pase como a mí! Al final decidí seguir un poco con la línea del ocultismo y hacer que uno de los libros del intercambio fuera el Necronomicón. Si no sabéis lo que es, es un grimorio de magia ficticio que creó Lovecraft, y se dice que todos los que lo leen acaban perdiendo el juicio... Pobre Matthew. La otra parte del intercambio es Drácula de Bram Stoker, que uno de mis libros favoritos.

En fin, ¿tenéis una lectura lista para el próximo 23 de Abril? Si no la tenéis os recomiendo Drácula (de verdad, es todo un clásico del terror) y, si os gusta la fantasía, un vistacillo al increíble trabajo de Brandon Sanderson, como El Archivo de las Tormentas. Ay, yo tengo tantas cosas que leer...

¡Un saludo y hasta la semana que viene!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

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