4/23/2020

Condicional

Tengo dos hijas: Zuria y Amaia. La menor tiene tan solo diez años, y la mayor, Amaia, casi quince. Y está mal que yo lo diga, pero es que son las niñas perfectas. Zuri es mi pequeña artista, mi ojito derecho; yo diría que ha salido a su padre. Tiene los ojos verdes y el pelo castaño, muy rizado, pero nunca llora cuando se lo intento desenredar. Le gusta dibujar, jugar al fútbol, los delfines y el color azul, pero no el azul marino ni el añil. Tiene una curiosidad insaciable y una energía infinita, como un remolino que solo se calma a la hora de la siesta... o cuando echan Pokémon por la tele.

Y Amaia es la persona más lista que conozco. Al principio cuesta un poco verlo, porque es muy callada y algo tímida. Siempre parece que anda distraída, con la mirada perdida entre las baldosas de la calle, como si su cabeza estuviera llena de pájaros que nunca dejan de mover las alas. Pero siempre lo observa todo, escucha atentamente, y cuando le prestas atención te habla con un entusiasmo desmedido y contagioso. Me narra las historias que ha leído o las que ella misma se inventa, me explica la letra de sus canciones favoritas, comenta las noticias del día y los eventos recientes con una perspicacia abrumadora. Y es tan buena. Una pequeña justiciera, siempre protegiendo a su hermana o a cualquiera que vea en problemas. Se lo merece todo. Se lo perdono todo. 

Por eso, cuando llegó aquella noche con las manos ensangrentadas y la mirada vacía no fui capaz de enfadarme. Me preocupé por ella, por supuesto. ¿Qué pasaría si la pillaban? ¿Me la arrebatarían? ¿Se llevarían a mi niña? No podía permitirlo. Además, ella estaba ilesa. Decía una y otra vez que no le habían hecho daño, que todo había terminado bien. Fue directa a lavarse, dejó su ropa sucia en el suelo del baño y se fue a dormir; no sin antes darnos un beso a mí y a su hermana, que ya llevaba varias horas acostada. Y se quedó dormida, así sin más. Como un pequeño angelito con la cabeza hundida en la almohada, la luz de la luna brillando en su pelo.

Por supuesto que la encubrí. Le lavé la ropa esa misma noche, me deshice de todo lo que llevaba en su mochila -solo sé que pesaba, que sangraba, y no quise saber nada más-, y cuando la policía vino a interrogarnos yo dije que Amaia no había salido de casa. Ella lo corroboraba con una frialdad y precisión aterradoras. Siempre se le había dado bien inventar historias, pero esto... Amaia estaba jugando con fuego, pero como si ella misma hubiera prendido la mecha. Tenía tanto control, tanta fuerza, que pensé que lo mejor era no involucrarme. Ella misma lo dijo: "Cuanto menos sepas, mejor". Mi niña. Siempre intentando protegerme.

Ocurrió unas cuantas veces más, pero la policía no volvió a aparecer por casa. Solo me enteraba de las muertes por los telediarios, por el tintineo que hacían las llaves de Amaia cuando llegaba de madrugada. Jamás le pregunté, jamás se lo contó a su padre, y jamás pensé que llegaría a más. Rezaba cada noche para que fuera la última y durante unos meses llegué a pensar que así sería. Amaia sonreía de nuevo, pasaba las noches leyendo en casa y jugando con su hermana, y yo empecé a creer que todo había acabado. 

Pero una noche Amaia llamó a mi cuarto. Su padre trabajaba hasta la mañana, así que estábamos las tres solas y yo aún permanecía despierta. Pensé que venía porque no podía dormir, o porque se había quedado con hambre, o porque necesitaba cartulinas para el colegio... pero no fue así. Amaia entró con gesto solemne y, sin mediar palabra, arrojó un cuchillo a los pies de la cama.

Me dijo que vendrían a por Zuria. Que ella podría cuidarse sola, pero que Zuri no. Que no teníamos mucho tiempo, y que esta era la única oportunidad que teníamos para ser felices. Repitió eso muchas veces, arrodillada a mi lado mientras yo intentaba contener las lágrimas: que después de esto ya podríamos estar juntas, que nadie nunca nos haría daño, que podríamos ser felices de verdad. Yo la creí, por supuesto, ¿cómo no iba a creerla? Sus ojos estaban llenos de compasión y ternura, pero sin una pizca de pánico. Me explicó a dónde tenía que ir, qué tenía que hacer, y me guió paso a paso por el proceso. Es tan inteligente, tan metódica. Casi diría que ha salido a mí. 

El amor de una madre es un amor violento, incansable; incondicional. Un amor que lo puede todo, que lo logra todo, y que saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Que te otorga fuerzas cuando todo te falta, frialdad cuando el mundo entero se desvanece entre las llamas. Así que sí, lo hice. Yo lo asesiné. Y lo siento mucho, de verdad. No me puedo imaginar el dolor de perder a tu hijo, pero tú seguro que puedes entender mis motivos. Y es que ya sabes lo que dicen, ¿verdad? Toda madre mataría por sus hijas.



17-Esta semana es el Día de la Madre. Haz una historia que hable sobre el amor maternal llevado al extremo. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una madre por salvar a sus hijos?

A ver, sí, este relato pretendía ir por lo bonito que es el amor de madre... ¿pero a vosotros no os da mal rollo cómo lo propone el reto? "Amor maternal llevado al extremo" a mí me sugiere cosas perturbadoras.

La verdad es que no sabía muy bien sobre qué escribir, así que este relato lo he empezado completamente a ciegas. Es decir, la idea era crear los personajes y ver poco a poco a ver hacia donde iba la historia. Es un método un poco vago para escribir, pero creo que no ha quedado mal del todo. ¿A vosotros qué os parece? A mi me da la impresión de que le falta chicha (sobre todo me he quedado con ganas de describir los asesinatos...), pero estoy conforme con él.

En fin, ¿cómo llevais la cuarentena? Hoy es el día del libro, ¿vais a hacer algo especial? Yo echo de menos las ferias del libro... pero menos mal que estoy acostumbrada a leer en ebook. Así nunca me quedo sin lectura.

¡Un saludo y hasta el próximo reto!

Si quieres saber qué es el Reto Literup, haz click en este enlace.

1 comentario:

  1. ¡Hola, Andrea!
    Pienso parecido, creo que el planteamiento del reto te lleva a expresiones difíciles de ese amor de madre. Yo también he ido lejos. Mucho.
    A mí me gusta el relato, aunque me has dejado con las ganas de saber qué pasaba, qué eran esos asesinatos, porqué... Tal vez tienes el principio de una historia con este relato.
    Yo como madre, no sé donde pondría los límites por mis hijos. No sé...
    Nunca he participado en uno de estos retos de escritura, y aunque te parezca tonto, me pone a prueba muchas veces.
    Espero que lleves bien esta extraña situación que vivimos.
    ¡Hasta la próxima!

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