3/11/2020

El quinto Veda

El día en que los dioses bajaron a la tierra fue un día que marcó un final y un principio en la historia de la humanidad. Y aún lo recuerdo como si fuera ayer: el olor a humo y carne chamuscada, el cielo oscuro cubierto de ceniza. Me levanté aquella mañana cuando todas las alarmas de la ciudad despertaron al unísono, con su eco desacompasado resonando por las calles. Lo primero que hice fue ir a buscar a mi gata al rincón tras el sofá, que es donde siempre se escondía, y una vez la tuve en brazos se aferró aterrorizada a la tela de mi camiseta. Temblaba, y sus ojos redondos se veían negros del pánico. Le di un cariñoso beso en la frente mientras la estrechaba entre mis brazos y me resigné a tan solo cambiarme los pantalones y ponerme las deportivas.

Lo siguiente que hice, mientras preparaba la mochila de emergencia, fue revisar mis redes sociales. Me encontré con miles de noticias aisladas de incendios, explosiones y grandes suicidios en masa por distintas partes del mundo, grupos radicales que se alzaban clamando el Apocalipsis, rumores de una guerra mundial secreta, canales de servicios de emergencia llamando a la población a refugios, y muchos, muchos chistes burlándose de la histeria. Parecía una película o una especie del sueño del que no había despertado del todo. No sabía bien qué pensar y la gente ya empezaba a reunirse en las calles, así que me apresuré y salí de la casa con la mochila sobre los hombros y la gata entre los brazos, mientras marcaba con torpeza el número de teléfono de mis padres.

De aquel día han pasado ya casi cuarenta años, y si os hablo con sinceridad no sabría deciros cómo hemos llegado hasta aquí. Pero ahora es Vishnú quien lo controla todo. Descendió de los mismos cielos y se presentó con todos los nombres que poseía, con el rostro cambiante de todos sus avatares. Su sonrisa era todo bondad, y a pesar de tener la apariencia de un humano todos supimos que estábamos en presencia de una divinidad. Nadie le cuestionó cuando se sentó y empezó a hablar, recitando los mismos mantras una y otra vez. El quinto Veda, lo llamaron. Las palabras que nos llegaban desde el mismísimo dios. Vishnú nos habló del universo y de sus leyes, de que nuestra existencia no era más que un mero sueño para él, que su aliento nos daba vida sin ni siquiera pretenderlo. Habló de ser el Dios que conserva y protege, el que preserva el mundo tal y como lo conocemos, y sobre todo habló de demonios. Exhibía las armas que sostenía en dos de sus cuatro brazos, una maza dorada y un afilado anillo con los que afirmaba rebanar y aplastar los cráneos de sus enemigos. Siempre sonreía con dulzura, diciendo que había bajado a protegernos del mal. Y le creímos.

El mundo que Vishnú construyó era sin duda lo más cercano a un paraíso. Nuestros hijos no conocen el hambre ni el dolor, pues Vishnú nos provee de alimento y nos protege del mal. Nada es capaz de dañar nuestro cuerpo o de rasgarnos la piel. Nadie trabaja, y no hay pobreza pues ni siquiera hay nada que se pueda poseer. No existe la enfermedad, pues todos nuestros enfermos encuentran pronto la paz. Y jamás sentimos tristeza, pues Vishnú nos protege de toda emoción. Dentro de nuestra impecable burbuja nada puede alcanzarnos y así es como dejamos de existir. En nuestra mente solo hay blanco, pues Vishnú nos dice que no hay mayor honor que liberarse de la vida. Un pájaro en una jaula posee una libertad que nosotros jamás soñaríamos, pues más bien somos flores cortadas que reposan en un jarrón. Y por supuesto, las flores también se marchitan.

Así que de vez en cuando alguien despierta del sueño de Vishnú. Hace falta carne para alimentar la maquinaria, para sostener la vida de los millones de humanos que yacen inconscientes bajo la mirada de su dios. Si vieras sus cuerpos te horrorizarías, pues están atrofiados y rodeados de cadenas doradas, con agujas sujetándoles los huesos. Y aún así sonríen, mostrando sus dientes podridos y gimiendo de placer. Shiva es quien vaga por la tierra sesgando la vida de aquellos que ya la han perdido, dominando la naturaleza y regenerando cada rincón de la tierra. Es quien entrega la muerte, cubierto de las cenizas de los incendios que provocan los bosques, dejando espacio para que la nueva vida renazca. Pues Shiva es el dios que destruye pero también el dios que renueva, el que alimenta el ciclo infinito del Samsara.

Shiva nos caza, a todos los humanos que nos negamos a morir y renacer bajo los brazos de Vishnú. Y sabes, no es fácil escapar de una entidad divina. Yo soy una de las que consiguió huir durante los primeros días, y es uno de los recuerdos que jamás podrá desvanecerse de mi mente. Ya casi no puedo caminar, pues mis piernas fallaron hace mucho tiempo y mis ojos ya están prácticamente ciegos, pero narro este cuento a todo aquel que se acerca a escucharme. Porque aquel día Shiva me habló.

Todo mi grupo acabó muerto y yo caí en la tierra de rodillas. Solo me rodeaba la oscuridad, el intenso sabor metálico de la sangre. Quise agachar la cabeza y aceptar mi destino pero algo en mi voz no quiso someterse. En vez de eso grité, mirándole con los ojos llenos de ira, preguntándole por qué hacía todo esto. Shiva se detuvo en seco.

«Porque os lo merecéis.»

Su voz retumbó por todo el universo, deteniendo el mismo flujo del tiempo. Por un instante solo estuvimos él y yo.

«Los hombres camináis por el bosque y solo veis leña para el fuego, creáis miseria para luchar por riquezas vacías. Vuestro egoísmo os estaba destruyendo. Yo tan solo os libero de vosotros mismos.»

Quise gritar y responder. Que no todos éramos así, que el mundo aún contenía bondad, que la humanidad podía salvarse a sí misma. Pero Shiva se desvaneció y con él se llevó el universo, dejándome sola, ciega y herida en mitad de la nada. Solo entonces pude marchar. Desde entonces me dedico a ayudar a los que huyen o a los que despiertan demasiado pronto, a intentar mantener con vida a los únicos que conseguimos escapar. Nadie espera reconstruir la humanidad, pero al menos seguimos luchando por sobrevivir.

De vez en cuando escucho su voz. Supongo que él me busca, o que simplemente me encuentra deambulando por la tierra y decide pararse a charlar. Distingo su presencia divina a mi lado, sus manos cálidas y polvorientas, y esa voz dulce y amable que tanta paz me trae, que tanto miedo me infunde. Me ruega que le relate mi historia, así que le cuento los misterios del universo y lo que recuerdo de aquel Quinto Veda. Shiva escucha, paciente y complacido, hasta que de pronto y en mitad del relato desaparece sin más. Entonces simplemente retomo mi camino, arrastrando mi débil cuerpo por las tierras que Él domina hasta el día en que, de forma inevitable, volvemos a encontrarnos.

Quizás, para la próxima, me atreveré a pedirle que me libere a mí también.



11-Escribe un relato distópico sobre un grupo de supervivientes a un apocalipsis causado por dioses hindúes.

Explicadme este tema, por favor. Cuando lo leí me quedé completamente pillada, ¿cómo iba a escribir un relato que contuviera un Apocalipsis, sus supervivientes, dioses hindúes y elementos distópicos? La verdad es que me pasé todo el fin de semana dándole vueltas, y al final decidí por empezar a escribir sin más y ver a dónde me llevaba esto. Y aquí está.

Las distopías son, probablemente, el tipo de historia que más disfruto. Hay algo hermoso en ver un mundo tan estructurado y todos los horrores que alberga, en cotillear la vida de una persona que acaba atrapada en ese mundo que mucho dista de lo ideal. Creo que es un género increíble y que puede contar muchas cosas, pero también que necesita textos mucho más largos o temas más concretos para mostrar de verdad su profundidad. Así que en ese sentido creo que me he quedado un poco corta, pues quería escribir sobre tantas cosas y al final me he quedado en el soma de Un Mundo Feliz (que, por cierto, también tiene relación con el hinduismo).

Por otra parte, siempre me pone nerviosa escribir sobre religiones, ¡y más si estamos hablando de la tercera religión mayoritaria! He tenido muy en cuenta que el panteón de dioses hindúes no es una mitología cualquiera, sino una religión que profesan mil millones de personas, así que he intentado mantener mucho la integridad de sus personajes y sus funciones. Me he pasado horas investigando sobre el hinduismo y la verdad, es muy interesante. Por ejemplo, ¿sabíais que, a pesar de que haya muchos dioses, el hinduismo es principalmente monoteísta? 

Bueno voy a callarme ya que creo que me estoy emocionando demasiado. ¿Qué os ha parecido esta locura de relato? A mi, a pesar de todo, creo que me gusta. Dejadme en los comentarios vuestra opinión, dudas o correcciones, ¡que yo siempre estoy dispuesta a mejorar!

Un saludo y hasta la próxima <3

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